Leer las portadas de los periódicos es como hacer un viaje en el tiempo, a un lugar donde algunos solamente hemos viajado al ver series de la tele con ese filtro setetentero, a esos lugares donde la imaginación va dando vida a las fotos mientras escuchas las historias de tus mayores. Parece que vivimos lo que nos habían contado y que crecimos pensando que nunca pasaría. Machismo, racismo, miseria, y abusos judiciales. Parecía que esto formaba parte de la historia pretérita, y resulta que no, que ahora lo vemos aquí, en vivo y en directo y en el fondo cuesta creer que venga para quedarse. 

La irrupción de Vox está suponiendo un shock colectivo. Como si en el fondo no nos lo quisiéramos creer y pensásemos que es algo pasajero. Y lo cierto es que, cuanto más tardemos en entender lo que está pasando, más tardaremos en comprender cómo plantarle cara a este sinsentido. Porque el hecho de que aflore la extrema derecha en una supuesta democracia "moderna" es un colapso, una derrota colectiva. Y nada tiene que ver con la democracia ni con lo estupendos que somos todos, porque aquí todo cabe. No, no puede caber en ningún sitio el comportamiento grosero, ignorante y provocador continuo que está teniendo lugar por parte de un pequeño sector social que de manera descontrolada está dando patadas (de momento metafóricas) contra todo lo que huela a democracia, a igualdad y a protección de los más vulnerables.

Anoche me quedé escuchando el discurso de Pablo Casado en Melilla. Reconozco que jamás había presenciado un mitin completo del Partido Popular, algo que sitúo en las antípodas ideológicas que defiendo. No salía de mi asombro. Un mensaje cargado de cinismo, que no se preocupaba lo más mínimo por alarmar sobre la inmigración, tema estrella en un lugar donde evidentemente tienen que lidiar con la masiva llegada de personas que buscan una posibilidad de supervivencia. Y Casado no hacía demasiado esfuerzo en disimular que los inmigrantes le caen bien en la medida en que aporten riqueza, pero que ojo con tenerles que dar derechos, porque de eso no hay para todos. 

Un discurso donde el Partido Popular encarna las glorias de España, donde los "cuatro chorizos" han manchado la imagen de "cientos de miles de personas honradas"

Un discurso, el de Casado, absolutamente trasnochado, hiriente para cualquier mente sensible a una realidad que ya no diferencia entre razas o procedencias. Y que aboga por cerrar fronteras, limitar, separar y segregar. Los ciudadanos de bien, y esos pobres a los que la caridad y la generosidad debería ayudar, pero en sus casas. En sus países, y que aquí no vengan. 

Un discurso donde el Partido Popular encarna las glorias de España, donde los "cuatro chorizos" han manchado la imagen de "cientos de miles de personas honradas" que sacan este país adelante cada día, y un patriotismo rancio y contado para quienes agitaban una banderita de España en cada aplauso. 

Un Casado encantado de conocerse. Un Pablo que dice compartir muchas cosas con la Legión. Y dice lo que haga falta donde sea. Porque en Melilla, Melilla es el corazón de España. Y Melilla es bonita, y Melilla es lo mejor. Y Viva Melilla, y qué guapos que son. Y qué malos los inmigrantes que, claro, vienen a quitaros el trabajo, a usar vuestro sistema sanitario y vosotros aquí, hombres y mujeres de bien, protegiendo las fronteras de España, y ¡también de Europa! Pero qué solos estáis y qué mal os tratan desde el gobierno de España, que está en manos de esos rojos. Rojos, rojos, rojos, rojos. 

Y entonces te das una vuelta por las redes, cuando la cabeza ya te da vueltas al escuchar semejantes discursos y te encuentras con el espectáculo que Pérez-Reverte daba al pisotear el holocausto judío. Ridiculizando las obras que se han creado precisamente para sensibilizar a lectores, a las personas que no conocen de manera directa una de las mayores barbaridades cometidas en el siglo pasado. Y entonces te acuerdas de otro de los males que nos contaban las abuelas: los judíos, los judíos, los judíos...

Inmigrantes, rojos, judíos... ¿y los masones? Faltan los masones, y entonces ya tendremos todos los demonios que a Franco le quitaban el sueño cada día. 

Las mujeres, otras que están ahora mismo en el centro de la diana. ¿Qué es eso de protegernos, de legislar para terminar con la lacra de maltratos, de asesinatos y de machismo estructural? No. Aquí hay que atarnos de nuevo a la pata de la cama. ¿Cómo puede ser que la ley vaya contra el hombre, que es dios en la tierra? No, de ninguna manera. Y Vox bajó del cielo para poner orden, para recordarnos que no hay hombre blanco malo. 

Por si esto fuera poco, el Prior que gestiona el lugar donde se encuentra el Generalísimo dice ahora que no, que no va a permitir que lo saquen de allí. Que eso no se toca. Y que la Iglesia aquí tiene lo suyo que decir, que para algo se posicionaron del lado de los golpistas que dieron matarile a más de trescientas mil personas después de dar un golpe de Estado y campar a sus anchas durante cuarenta años. ¡Faltaría más! 

Así está el patio, Señoras y Señores. Viendo el periódico casi mejor que hubiéramos amanecido un par de décadas atrás. Teníamos algunas ideas bastante más claras, como sociedad, y desde luego que vivíamos más felices pensando que el Franquismo era cosa de otra época.