Cada año, en la semana del 20N, suele producirse la polémica entre los “nostálgicos” –eufemismo para no calificarles como lo que son, fascistas- y los demócratas. Pero este año, las cosas parecen haberse crispado mucho más que en el pasado reciente. Quizá porque los franquistas no quieren aceptar la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, o porque están envalentonados por el avance de la ultraderecha en el mundo. O por las dos cosas.

Los partidos de la derecha española se están acercando peligrosamente al filofranquismo, compitiendo por un vergonzoso espacio ultraderechista.

Como es costumbre desde hace tiempo, buscan excusas a la hora de tener que condenar la dictadura de Francisco Franco. El que no se atreve a decir que es franquista dice que no hay que cambiar el nombre de una calle, porque es un gasto que no nos podemos permitir o porque confunde a los carteros. Todo vale. El colmo se ha producido en el Senado, donde el PP ha pedido, como condición para condenar la dictadura, la ilegalización del comunismo.

No es raro escuchar a Pablo Casado calificando como perfecta a la Transición, y diciendo que en ella habían quedado cerrados todos los temas. Pero como bien sabemos, el presidente de los populares no es muy afecto a coger los libros. Quizá, si tuviera una vocación algo más fuerte por el estudio, se enteraría de que entre esos temas “cerrados” está la legalización del Partido Comunista.

Ciudadanos ha sido más original. Dice que la moción contra la exaltación de la dictadura “no busca el consenso”.

Los partidos de la derecha española se están acercando peligrosamente al filofranquismo, compitiendo por un vergonzoso espacio ultraderechista

A falta de Vox, sin representación en el Senado, no se quedaron solos PP y Ciudadanos, ya que contaron con la inestimable compañía de UPN y Foro Asturias. La derecha en pleno ha quedado retratada.

Pero los “nostálgicos” no solo se hicieron ver en el Senado. Hubo para todos los gustos: esquelas en determinados periódicos, que todos conocemos, franco misas en distintos puntos del país y, ay, hasta un manto de Falange en la Virgen del Pilar. Los responsables de la basílica, atribuyen el hecho a un “error”. Juzgad vosotros mismos.

Otra vez el fascismo se autoerige como portavoz de los católicos. Para ellos, religiosos como Hilari Raguer, simplemente, no existen como parte de la Iglesia. Este sacerdote publicó un libro, en el que deja bien claro que incluso entre los militares hubo fervientes católicos, como el General Batet, familiar lejano de la actual ministra de Política Territorial, que se opusieron al levantamiento contra la legítima República y que, por eso, acabaron fusilados. Bien harían en informarse –estos, como Pablo Casado, leen poco- para saber cuántos fueron los cristianos que se enfrentaron al régimen dictatorial y cuántos entregaron su vida en ese intento.

Excusa tras excusa, el Dictador y sus falangistas siguen avanzando.