La solidaridad es la ternura de los pueblos, dice la poeta, novelista y activista nicaragüense Gioconda Belli. Ser tierno y subversivo a la vez, decía, a modo de leit motiv, la ecologista y animalista alemana Petra Kelly. La caridad cristiana es injusta y soez, porque presupone y perpetúa la inferioridad de unos respecto de otros y preconiza el estatismo y las desigualdades. La solidaridad, en cambio, da por sentado que no se trata de regalar “migajas” a nadie para acallar sucias conciencias, sino de garantizar y respetar los derechos naturales de todos. Se trata, finalmente, del pensamiento democrático frente al pensamiento tiránico, clasista e inquisitorial; ése que castiga la pobreza, aunque de esa pobreza se extraigan grandes beneficios, o quizás precisamente sea por eso que algunos no quieren acabar con ella. Que se lo digan, por ejemplo, a la ultracatólica Ana Botella al respecto de la venta de 1.860 viviendas sociales a fondos buitre, y de los jugosísimos beneficios que ello le proporcionó.

En la antítesis de esos presupuestos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha dado instrucciones para que España cumpla con los compromisos internacionales en materia de crisis humanitarias, y el domingo pasado llegaron al puerto de Valencia los 629 inmigrantes que fueron rescatados del barco Aquarius; un barco de la ONG francesa SOS Méditerranée que había rescatado a esos inmigrantes en el mar, y que vagaba entre Italia y Malta, países que le habían negado la acogida en sus puertos. España ha pasado de ser un país mezquino e intolerante a ser un país solidario y humanitario en tan solo dos semanas.

En tan sólo dos semanas España ya ocupa una posición nueva en Europa, y en el mundo; y vuelve a tener una nueva pesencia internacional. La España de Rajoy, siniestra y neoliberal, había perdido toda prestancia y respeto en el exterior. Titulares europeos y americanos hablaban incluso de dictadura y de régimen autoritario. Sánchez ha devuelto la socialdemocracia a un país asolado al que, sin embargo, le quedan fuerzas para resurgir, como el Ave Fénix, de sus cenizas, las cenizas neoliberales.

La excelente gestión de Pedro Sánchez de la crisis humanitaria del barco Aquarius parece que le han convertido en el promotor europeo de un nuevo modo de entender y gestionar un tema de vital importancia: la inmigración; y le ha situado en un lugar protagonista de la  Europa que tiene tanta necesidad de solidaridad y espíritu democrático, tras tantas décadas de infames políticas neoliberales de acoso y persecución contra los hijos de las guerra y de la miseria.

La excelente gestión de Sánchez de la crisis humanitaria del barco Aquarius parece que le han convertido en el promotor europeo de un nuevo modo de entender la inmigración

Rajoy, por supuestas razones humanitarias, acogió a un religioso afectado de ébola y podría haberse cargado, por ser una enfermedad muy contagiosa, a medio país. Sánchez ha hecho lo que tenía que hacer cualquier gobernante que se encuentra con un grupo humano en una situación tan precaria. Se trata de simple humanidad. Algo que algunos, por más que se empeñan en aparentar, no tienen; y dirán que la ayuda básica, comida y medicinas, para esas 629 personas será la culpable del paro, de la sequía, de la precariedad de la Sanidad, y de todo lo que se mueve. Y lo dirán especialmente aquellos que, a su vez, pregonan a voz en grito que lo suyo son “los valores”. Creo que, tras una legislatura y media del gobierno Rajoy, tenemos muy claros cuáles son esos valores. Solamente hay que poner atención en la mafia Gürtel, o en los cientos de casos de corrupción.

En las antípodas de esa visión del mundo corta, zote, voraz y cruenta  por parte de la derecha y de sus aliados ideológicos, que tanto monta, existe, afortunadamente, otra visión de las cosas y de la vida completamente opuesta. Si Trump mete a los niños de los inmigrantes ilegales en jaulas, lejos de sus padres, lo cual es una tortura difícil de calificar, Pedro Sánchez acoge y protege a varios cientos de personas desesperadas que estaban destinadas a morir de indefensión.

En tan sólo dos semanas en España ya han cambiado cosas, y muchas más van a cambiar. Parece un milagro, aunque mejor dejar a otros la adhesión al pensamiento esotérico y supersticioso, y reconozcamos que la vuelta de tortilla que estamos viviendo en España es producto de la voluntad, el tesón y la fuerza de algunas personas. En tan sólo dos semanas, como poco, hemos recuperado la solidaridad y han rebrotado, para muchos millones de españoles, la ilusión en el futuro y la esperanza.