Aseguraba el canciller de hierro Bismarck, muy interesado en las relaciones históricas entre España y Alemania en época de los Austrias que estudió a fondo, que nuestro país “era una nación admirable; lleva siglos intentando autodestruirse sin conseguirlo”. Esta exclamación que provenía de la observación de nuestro devenir histórico, sigue vigente hoy.  No hay más que comprobarlo en la deriva y matraca nihilista del independentismo catalán, en todo su racimo de partidos, que nunca quiso dialogar; que tras los equilibrismos del gobierno socialista por intentar dar salidas dialogadas al conflicto de décadas ha preferido seguir por la senda de la erosión de Cataluña y de España, aunque cueste las inversiones, que suponen también el daño y perjuicio de los catalanes y españoles sin distinción.

En su obcecación impositiva, un diálogo nunca puede establecerse cuando una de las partes tiene una imposición anticonstitucional preestablecida, se han retratado con sus presuntos archienemigos del Partido Popular y Ciudadanos votando en el Congreso de los Diputados contra los Presupuestos Generales del Ejecutivo.  Triste sainete que los retrata a todos en un tiempo en el que el interés general al que debe servir la política ha sido decapitado en favor de los intereses personales.

Por muy buena intención, trágala incluido del traído y llevado “relator”, de la vicepresidenta Carmen Calvo, que es una gran negociadora desde sus días de Consejera de Cultura en la Junta de Andalucía, no podía, siendo como es Doctora en Derecho Constitucional y por tanto buena conocedora de nuestra Carta Magna, quemarla en la pira enloquecida del independentismo encarnado en Quim Torra.

Sólo les faltó a Torra y correligionarios de la mitología catalanista, acudir a la absurda manifestación contra el Presidente Pedro Sánchez, aunque esta ya no tuviera ningún sentido. Qué más daba que las supuestas cesiones, traiciones, entregas y demás anatemas que estaba cometiendo, presuntamente,  el gobierno de Sánchez quedasen desmentidas tras la ruptura de los diálogos del presidente de la Generalidad Torra y la vicepresidenta Calvo.

Como a los buenos discípulos de Goebbels, no iban a permitir que la verdad les estropease un buen eslogan. De aquella manifestación en la que iban cogidos del brazo Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, representantes de PP, Ciudadanos y Vox, ha quedado una foto fija que no deja lugar a dudas. Una imagen de la derecha más reaccionaria, por mucho que alguna de ella quiso disfrazarse de centro moderado, que afila sus discursos más radicales tras la triple entente del gobierno de Andalucía.

Un gobierno “Frankenstein”, que se supone que no es del gusto de un PP que, habiendo cosechado los peores resultados de su historia en esta región, ha conseguido el poder sin pudor al precio que VOX le demande. Experimento de laboratorio con el que, y a pesar del desagrado de muchos de los votantes hasta ahora de Ciudadanos, y alguno de sus nuevas figuras como Manuel Valls, son una declaración de intenciones de lo que pretenden seguir haciendo en los próximos comicios: Generales, Municipales y Autonómicos.

 El líder socialista, Pedro Sánchez, afirma que será la sociedad quien “ponga el cordón sanitario” a las políticas “excluyentes” de PP y Ciudadanos. Lo dijo en un mitin ya de precampaña en Sevilla, cerrando filas, por fin, con la presidenta andaluza del PSOE, Susana Díaz. Todo esto dependerá, en gran medida, del cierre de filas real y efectivo del PSOE, del abandono del cainismo tradicional contra el mismo de Podemos, sus mareas y confluencias e Izquierda Unida, y del ejercicio de responsabilidad de los votantes.

Una dejación de la obligación democrática del voto, como sucedió escandalosamente en las elecciones andaluzas, beneficiarían, una vez más, a la obediente derecha, ya una triple entente, que no fallan como si de un voto de obediencia religioso se tratara. Mucho hay en juego. Entre otras cosas esa “imagen de los balcones” que dice el joven en edad y rancio en principios Pablo Casado pues, como todos nos imaginamos, no se refiere a la imagen de los balcones de “la Casa de las Flores” de Pablo Neruda, por donde pasó lo más florido y avanzado de la política, la  intelectualidad y las artes españolas e internacionales.

Él se refiere más bien a un “revival” de los balcones engalanados de aguiluchos y flechas de falange -que también les acompañaron en la manifestación- que recibieron a Franco en el Palacio de Oriente tras el golpe de estado contra el gobierno legítimamente constituido de la segunda República española. Una foto fija de unos balcones que sólo nos trajeron oscuridad, atraso y represión en derechos y conquistas civiles que hoy vuelven a estar en riesgo. La ciudadanía sabrá, o no, lo que quiere hacer al respecto.