Antonio Caño, quizás el director más controvertido y más contestado que ha tenido el diario El País, dejó claro al llegar al cargo, en una entrevista con Ana Pastor,  su postura: “Me incomoda que se diga que El País es un periódico de izquierdas. Ni lo es ni lo ha pretendido”.

Estos días, Caño se sentirá bien cómodo, después de que su periódico titulara “Estado de emergencia en Virginia por disturbios entre grupos radicales”. Desde luego que poner al mismo nivel a los nazis y aquellos que se oponen a ellos, metiendo a todos en el mismo saco de los radicales, no es muy de izquierdas.

En un informe para Juan Luis Cebrián que Caño envió por error a quien no debía ya explicaba su intención de alejarse del “encasillamiento en un lado del espectro ideológico” al que le había sometido “la agresividad de la prensa de derechas”.

El motivo sería acabar con la sangría de lectores, aunque es difícil entender el razonamiento. ¿No es ilógico virar a la derecha cuando tus competidores en el quiosco son ABC, El Mundo, La Vanguardia y La Razón? ¿O es que, en la nueva era digital, los compradores de papel han quedado reducidos a un nicho de señores mayores de puro, coñac y bigotillo fascistón?

Alguno podría pensar que esa inquietud por no llamar a las cosas por su nombre es una muestra del criticado buenismo de la izquierda. Pero eso es descartable, no sólo porque es absurdo no llamar nazis o racistas a quienes blasonan de ello, sino porque la pretensión progresista ha sido descartada por la propia dirección del diario y porque en los últimos tiempos El País no se ha caracterizado por evitar el uso de adjetivos.

A Pedro Sánchez le tildaron de “populista” y relacionaron su victoria en las primarias del PSOE con “la demagogia, las medias o falsas verdades y las promesas de imposible cumplimiento”. A Podemos le han tachado de tener modos “antidemocráticos y sectarios” y le han acusado de querer “amordazar  a la prensa”. A los independentistas catalanes de actuar “dictatorialmente” y a Trump le han llamado “populista”, “excéntrico” y le han comparado con “Nerón tocando la lira mientras Roma arde”.

Esta crítica a Trump es llamativa porque, o el periódico es capaz de batir todos los récords de contradicciones, o en su redacción aún quedan quintacolumnistas de la decencia. Esto podía leerse ahora en un texto de El País titulado La tolerancia de Trump con la violencia racista indigna a Estados Unidos: “Los graves disturbios de este fin de semana en Charlottesville (Virginia), a raíz de una marcha de supremacistas blancos, derivaron en un alud de críticas contra Donald Trump por la tibieza de su rechazo (...) había equiparado la “violencia de todas las partes” sin citar el racismo o el nazismo (...) La Casa Blanca tuvo que aclarar que la condena del presidente les incluye (...) La tragedia ha colocado a Trump ante un espejo incómodo”. Hablando de espejos... no hay más preguntas, señoría.