Se suponía que España era una democracia ya asentada, con una serie de consensos claros. Cuestiones como la Seguridad Social, las pensiones, la integridad del país, defensa, imagen exterior y derechos civiles debían ser defendidos por todos aquellos que, en principio, iban a servir lo público. Hoy, sin embargo, con la endemoniada situación parlamentaria, el auge de los populismos, y un independentismo catalán que no cesa en su espiral de delirios de alimentar a la más rancia ultraderecha, parece que tendremos que volver a las barricadas de la pedagogía, para explicar lo obvio, si es que nos queda tiempo para eso. 

Una de las primeras perlas de estas semanas las soltó la indescriptible diputada de Vox en la Asamblea de Madrid, Alicia Rubio, que  ha afirmado que “el feminismo es cáncer", en respuesta a la proposición no de ley que ha presentado Podemos para eliminar roles de género en las escuelas. Alicia Rubio, Vicesecretaria de Movilización en la ejecutiva de Vox, también ha hablado de “lesboterrorismo” y “pornofeminismo”. Rubio, que iba a participar en ponencias sobre “ideología de género”,  ha sido vetada en espacios docentes como la Biblioteca Pública de Guadalajara  o la Facultad de Derecho de la Complutense de Madrid. Ya en febrero del año pasado varios colectivos sociales de Cantabria consiguieron  que se suspendiese una charla de la diputada de Vox con el título “La dictadura de la ideología de género”.  Alicia Rubio calificó de “mafia miserable y liberticida pagada con dinero público” a las agrupaciones que habían suscrito la petición para que la charla fuese vetada. Por cierto que, contraviniendo su propio programa electoral, no parece que los representantes en las instituciones de Vox hayan renunciado a ninguno de los privilegios por serlo, ni a las millonarias asignaciones que les corresponden, como aseguraban harían.

No podía faltar en esta función lamentable la señora Rocío Monasterio, portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid. En nombre de su partido, llama a derogar la “insólita" Ley de Violencia de Género y ve como un “chascarrillo” la propuesta de clases de costura de la señora Rubio, y el resto de sus declaraciones. Además de otras manifestaciones estomagantes, e insultantes contra los colectivos feministas y LGTBIQ, Alicia Rubio, proponía la asignatura de costura en lugar de la de feminismo porque “coser empodera”. Estas descalificaciones insultantes, y faltas de rigor,  denotan su nivel ético e ideológico, más propio de Atapuerca que del siglo XXI, habiendo elegido, para estas excrecencias verbales, el afortunadamente pasado por agua y descafeinado 20N. En el día de la muerte del dictador de Franco, cuya exhumación tanto han sentido los milicianos de VOX, la eximia diputada hacía un verdadero alarde de pimitivismo intelectual, en el que, por supuesto, no podía faltar la misoginia-siendo mujer-, la homofobia y el negacionismo de la violencia machista. A pesar de que VOX, con sus féminas como abanderadas, niegue la violencia de género, las estadísticas son tenaces en clarificar la terrible realidad. Las víctimas de violencia de género, durante los diez primeros meses de 2019 que se han contabilizado, han subido casi un diez por ciento. La UFAM (Unidad de Atención a la familia y a la Mujer de la Policía Nacional) contabilizó 54.860 víctimas de delitos que están bajo sus competencias, lo que representa un 8,8% más en el mismo periodo de 2018. En concreto, ha atendido a casi 35.000 víctimas de violencia de género. También los delitos de índole sexual contra las mujeres han aumentado en este año, lo que, además de una vergüenza que debe ser atajada y combatida con carácter de urgencia, no puede frivolizarse o desmentirse desde los púlpitos públicos en los que ahora está instalados esta secta peligrosamente reaccionaria. La estadística es tenaz, pero más perseverante es esta inmundicia vocinglera de mentiras repetidas hasta la saciedad, que ya probaron sus antepasados ideológicos en la Alemania Nazi.

Mientras tanto, el PP,  el llamado de nuevo “centro derecha español”, se empeña en jugar a no tener que ver nada con estos discursos. Esta semana, mientras se hacían estas lamentables declaraciones de cara al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género, Pablo Casado volvía a hacerse el moderado en Zagreb. Era en el contexto del encuentro del Congreso del Partido Popular Europeo. Sin atreverse a citar a VOX, decía: “Frente al populismo no hay que disfrazarse de populistas. Frente a las soluciones fáciles para problemas complejos no hay que doblar la apuesta. Tenemos que decirles que son incompatibles con los valores y los principios que construyeron Europa y que el PP es la mejor vacuna contra los populismos que ya están asolando las economías, los Estados del bienestar y la propia concordia civil en nuestras naciones”. Para el líder del PP, los populismos “de izquierdas y derechas”, los “movimientos euroescépticos”, están “poniendo en riesgo los fundamentos de la Unión Europea”.  Tiene razón en esta posición y sus declaraciones, pero esto es incompatible con blanquearlos en las instituciones para gobernar, y ceder a sus chantajes, como está sucediendo con el gravísimo tema de la violencia de género en Madrid, o Andalucía.  Vivimos tiempos de consensos rotos; el de la lucha contra la violencia ejercida sobre las mujeres era uno de ellos, y es una forma de agrietar el grado de civilización y democracia de nuestro país. No se puede nadar y guardar la ropa. Denunciar el peligro para los países y para Europa de partidos como VOX, y no tener arrestos ni para nombrarlos pues son rehenes suyos para poder mantener cuotas de poder. Yo sé dónde me corresponde estar en mi país, y en la defensa de la democracia: con mi madre, con  mis hermanas y tías, con mis primas y sobrinas, con mis amigas, con todas esas, desconocidas, que han sufrido la violencia o la agresión por el mero hecho de ser mujeres.