No recuerdo quién dijo esta frase, en apariencia algo así como un oximorón pero que me parece muy acertada. La pronunció una de las personas que intervinieron en el acto de presentación, en el Col.legi de Periodistes de Catalunya, del Informe social. Recuperació econòmica, feblesa social (Informe social. Recuperación económica, debilidad social), correspondiente al año 2017 y que, al igual que en sus seis ediciones anteriores, ha sido elaborado y editado por la Fundació Rafael Campalans, en la órbita del socialismo catalán y que tiene como presidente al expresidente de la Generalitat José Montilla.

Este nuevo Informe social constata y demuestra que, por desgracia, es cierto que en Catalunya se produce un extraño fenómeno: “La política que no deja hacer políticas”. Sumido desde hace ya tantos, demasiados años, en una rara suerte de extraño soliloquio solipsista centrado monotemática y obsesivamente en el procés, los sucesivos gobiernos de la Generalitat presididos por Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra parecen haber renunciado a hacer políticas, a gestionar las amplísimas y económicamente muy bien dotadas competencias que le corresponden sobre todo en políticas sociales tan decisivas como educación, sanidad, dependencia…

Este nuevo Informe social de la Fundació Rafael Campalans pone en claro, negro sobre blanco que, si el Gobierno de la Generalitat presidido por Artur Mas fue incluso bastante más allá que el Gobierno de España presidido por Mariano Rajoy en drásticos y muy graves recortes en políticas sociales, los dos sucesores de Mas, tanto Carles Puigdemont como Quim Torra, han mantenido esta misma línea. Una política austericida y de graves recortes, que está claro que responde a unas concepciones ideológicas y políticas que en nada se parecen al relato progresista de la propaganda independentista. Ni tan siquiera ahora, cuando se perciben claros indicios de mejoras macroeconómicas, no ha habido ni una sola rectificación.

La ciudadanía catalana en riesgo real de pobreza es ya del 22%, cerca de un millón y medio de personas. Los menores de 16 años de edad en riesgo grave de pobreza son incluso superiores, del 28%

Los datos son demoledores. En Catalunya hay ahora 388.344 personas en paro, con un tercio de ellas, cerca de 130.000, que no reciben ningún tipo de ayuda ni subsidio. La ciudadanía catalana en riesgo real de pobreza es ya del 22%, cerca de un millón y medio de personas. Los menores de 16 años de edad en riesgo grave de pobreza son incluso superiores, del 28%. A punto ya de comenzar el invierno, en Catalunya son unas 350.000 familias las que no tienen recursos económicos suficientes para no tener que pasar frío en sus hogares. Es la pobreza energética, esa lacra social a la que la Generalitat no ha destinado el 40% de la partida presupuestaria destinada a ello. Algo similar ocurre con la concesión de la tan traída y llevada renta mínima garantizada: solo ha sido concedida a unas 5.000 personas, aunque ha sido denegada a 70.000 solicitantes.

Esta es la Catalunya real, que nada tiene que ver con esa Catalunya mágica y virtual de la que nos hablan los propagandistas del independentismo, cuya verdadera desconexión no es con España sino con la mismísima Catalunya real que pretenden defender.

Porque en la Catalunya real se producen todavía unos 4.000 desahucios al año, esto es a razón de más de diez desahucios diarios. Y ello con el parque de pisos sociales estancado desde hace ya casi veinte años. De la misma manera que la sanidad pública catalana, que años atrás era considerada ejemplar en toda España y casi en toda Europa, cuenta ahora con una lista de espera que afecta a más de 160.000 ciudadanos catalanes, con una causa muy simple y sencilla: el presupuesto sanitario de la Generalitat ha sufrido recortes de hasta el 27%.  Algo semejante sucede en el sector de la educación, con más de 20.000 alumnos catalanes obligados a estudiar en barracones.

La Catalunya mágica y virtual, esa que encarna Carles Puigdemont en Waterloo y que tiene a Quim Torra como delegado en Barcelona, se da de bruces con la Catalunya real. También en el terreno económico y empresarial. A pesar del inicio de la recuperación económica, lo cierto es que la inversión extranjera en Catalunya ha caído el 41%, a pesar de su crecimiento en el conjunto de España y en especial en Madrid y también en Valencia. Unas 4.000 empresas, grandes, medianas y pequeñas, se han ido de Catalunya, trasladando su sede social o fiscal.

Con gran rigor y mucha documentación, el séptimo “Informe social” de la socialista Fundació Rafael Campalans, correspondiente a 2017, pone el dedo en la llaga y nos muestra con gran claridad cuál es la situación de la Catalunya real.