Pablo Iglesias y su equipo andan buscando al millón cien mil personas que les votaron en Navidad pero que de repente se ha esfumado.

Es tan alta la falta de humildad del equipo que no son capaces de asumir que han defraudado a un millón cien mil personas, sin haber tenido desgaste de gobierno.

Seguramente no se han parado a pensar que uno no puede ir por la vida siendo a ratos revolucionario, después socialdemócrata, más tarde fan de Rodríguez Zapatero para acabar afirmando que eso de ser comunista son cosas de juventud.

¿O quizás les molestó que se autoproclamase vicepresidente del Gobierno y jefe de los servicios de información, de Interior y de no sé cuántas cosas más?

Quizás esos votantes hubiesen preferido el Ministerio de Educación o Sanidad o Dependencia.

Pero Pablo Iglesias es soberbio y el domingo recibió el peor golpe de su vida, aunque eso no es lo importante. Lo auténticamente relevante es que en la anterior legislatura podrían haber apoyado a Pedro Sánchez sin tanta línea roja y en estos momentos tendríamos un gobierno de izquierdas.

Pero la chulería superó su inteligencia. Y ahora, se preguntarán. ¿Va a dimitir Pablo Iglesias? Pues debería, pienso yo. Sería lo mejor que podría hacer y dar paso a un equipo más sensato y humilde, con menos aires de superioridad.

Mucha gente estaba dispuesta a apoyarlos y con sus aires de grandeza, de sabiduría y de prepotencia los han dejado solos. Un millón de personas en seis meses, un auténtico récord. Y han perdido esa cantidad de votos ellos solitos.

Ni la campaña del miedo del PP ni la del PSOE les ha hecho daño. Estamos hablando de que ellos solitos se han hundido cuando las encuestas y la sociedad en general les daban un muy buen resultado.

¿Qué le ha pasado a ese millón de cabreados e indignados que les dieron su voto en Navidad y se lo han quitado con la entrada del verano?

¿Serán capaces de darnos en un mes o dos alguna explicación?

Como en sus primeras reuniones han sido incapaces de hacer un buen diagnóstico, cuando se habían destacado por hacerlos con brillantez sobre la situación política y social de España, le han encargado a su compañera Bescansa que haga un estudio.

Mientras tanto pasa el tiempo, pero deberían no caer en los vicios de los partidos tradicionales. Deberían dimitir y dar paso a dirigentes más responsables. Menos postureo y más seriedad. Mucha gente tenía puesta muchas esperanzas en ellos.