Durante 40 años, la relación de la UE con el Reino Unido ha sido ambigua y muchas veces conflictiva. A partir de ahora, y desgraciadamente, las cosas están claras. La salida del Reino Unido debiera significar el surgimiento de una Unión Europea distinta cuya naturaleza deberá consolidarse en un nuevo momento constituyente que defina, entre otras cosas, el estatus británico en relación al proyecto europeo.

O se está dentro o se está fuera, pero con todas las consecuencias

Y esa etapa debe cubrirse con velocidad para salir cuanto antes de la zona de incertidumbre en la que hemos entrado tras el resultado del Brexit. Las instituciones deben ponerse manos a la obra y la política ganar liderazgo para enviar un contundente mensaje europeísta que afirme la vigencia del proyecto y las consecuencias negativas para quienes lo abandonan. O se está dentro y se aceleran las decisiones pendientes siempre de la insolidaridad de algunos estados, o se está fuera y se pierden los beneficios de la unidad, pero la UE refuerza los valores que le dan sentido desde su fundación.

El mensaje a la ciudadanía ha de ser nítido: la unión hace la fuerza, pero también la fuerza hace la Unión. En estos últimos años Europa ha perdido pulso, los Estados Miembros han ocupado los espacios de decisión en detrimento de las instituciones más europeístas (Parlamento y Comisión). La tendencia a la re-nacionalización de la política común por parte de muchos gobiernos ha perjudicado a Europa, que se enfrenta a un escenario global fragmentado, pero con áreas geopolíticas pujantes que compiten con la UE desde valores muy distintos a los nuestros. Europa se ha ido haciendo frágil por haber sido excesivamente condescendiente con aquéllos que, tras llevarse el beneficio de ser socios, se han negado a compartir las cargas.

Necesitamos claridad, impulso modernizador, lealtad institucional y una estrategia compartida por quiénes piensen que el futuro pasa por ser más sólidos y más convincentes en la defensa de un modelo que es un éxito de desarrollo, de libertad, de justicia y de seguridad como ningún otro en el mundo.

Nacionalistas y populistas debilitan la Unión

Enfrentamos retos muy complejos que no admiten ni demora ni tibieza: el terrorismo, el cambio climático, los desplazamientos masivos de personas que huyen de todo tipo de peligros, la demografía, el cambio en la gestión energética y la competitividad europea, Oriente Medio, los conflictos armados cerca de nuestras fronteras, la relación con Rusia y con el mundo árabe y musulmán, la pobreza, el desempleo juvenil... Necesitamos más políticas comunes; ninguno de esos grandes desafíos tiene solución en el espacio nacional y, sin embargo, Europa está sufriendo una crisis de identidad, que aprovechan los nacionalismos excluyentes y el populismo más irresponsable, para debilitar la unidad.

El Brexit supone un duro golpe que tendrá consecuencias, a medio plazo, sobre todo para los británicos, pero también para el peso de Europa en el mundo, para nuestra interlocución con los demás y para nuestra credibilidad. Y es un mal momento para perder fuerza. Por eso la reacción constructiva debe ser rápida y decidida. El Brexit debe servir de impulso a una salida pro europea que aprenda de los errores, vuelva a los orígenes (back to basics) y empiece a resolver los problemas que tan bien sabemos identificar y tan deficientemente abordamos.

Hoy ha de abrirse una nueva etapa de cambios profundos, desde la estabilidad de las instituciones. Es urgente revitalizar la agenda social y poner fin a la austeridad por encima de las personas. La ortodoxia presupuestaria nos está matando y abre una brecha de desconfianza ciudadana que rellenan los populismos irresponsables en casi todos los Estados Miembros, desde hace años. Hay que salvar Europa sin condenar a los europeos. Ese es el mensaje que debe prevalecer.

Quedan muchos británicos heridos por esta decisión. A todos ellos queremos enviarles un mensaje de amistad sin fin. No olvidamos que Gran Bretaña libró al continente del fascismo y nuestra gratitud con nuestros hermanos británicos será eterna. Entre todos ellos, destacando por su valentía y compromiso europeo, hoy recuerdo con emoción a mi compañera Jo Cox, cuyo combate vamos a continuar.

Elena Valenciano es diputada socialista en el Parlamento Europeo