Del 28 de junio al 8 de julio se está celebrando el 40 aniversario de la primera marcha del Orgullo en Madrid. El sábado 7 será el día grande. El 25 de junio de 1.978 alrededor de siete mil personas valientes participaron en esa primera manifestación por sus derechos, los derechos de gays, lesbianas y transexuales; en realidad, por los derechos de todos, porque no se puede ser libre del todo si se vive rodeado de falta de libertad. Y hace cuarenta años se seguía reprimiendo en nuestro país la libertad y la diversidad. Esa primera e histórica primera manifestación del Orgullo LGTBI tenía un carácter reivindicativo, con el objetivo de conseguir un cambio legal que dejara de considerar delito las opciones sexuales “diferentes” al modelo impuesto, es decir, de conseguir el reconocimiento oficial de la diversidad que, ya digo, antes estaba criminalizada y perseguida.

La diversidad es la vida, la uniformidad es la muerte, decía muy sabiamente Mijail Bakunin. Porque la uniformidad, los modelos y los pensamientos únicos son el armazón ideológico que vertebran toda dictadura política, y toda intolerancia y toda tiranía, del tipo que sean. Llevamos muchos siglos a nuestras espaldas soportando esa opresión y esos modelos, impuestos por el poder político-religioso, que tanto monta, y preconcebidos para alejarnos de la rica y esplendorosa biodiversidad que no podemos menos que respetar y que es, en realidad, la esencia de la vida.

Los homosexuales han sido perseguidos por la moral religiosa, en nuestro caso la cristiana durante veinte siglos de manera terrible, inmoral y espantosa

Existen miles de especies de todo tipo en el planeta. Aspirar a que todos los pájaros sean gorriones y de color verde, y que canten todos lo mismo a la misma hora del día todos los días de sus vidas es una monstruosa aberración. Como lo es el pretender que todas las plantas del planeta sean iguales y se comporten en sus procesos vitales del mismo modo. Como lo es imponer un modelo un modelo único y un único arquetipo para los humanos. La moral religiosa es experta en la materia. Durante muchos siglos, y aún lo sigue perpetrando en ciertas partes del mundo, ha exterminado sin miramiento alguno a todo aquél que no se adhiriera a sus oscuros preceptos y no se sometiera al esquema rígido, pétreo e inhumano que ha impuesto contra natura a lo largo de la historia, tanto a nivel social como personal.

Los homosexuales han sido perseguidos por la moral religiosa, en nuestro caso la cristiana (de la islámica ahora mejor no hablar), durante veinte siglos de manera terrible, inmoral y espantosa. Han sido torturados, cuando no asesinados, tratados de tarados, de locos, de pervertidos y de enfermos, en lo cual a día de hoy aún están. No es extraño que el índice de suicidios en la población gay sea considerablemente superior a la población heterosexual. Y no es extraño que tantos siglos de sufrimiento, de estigma, de humillación y de vergüenza por una condición que no era aceptada, pero era y es natural, requiera de una reparación, al menos simbólica, como lo es el sentimiento y la muestra abierta y pública del orgullo de ser lo que se es. La vergüenza no es ser homosexual, la vergüenza es ser pederasta y que la pederastia se siga escondiendo y justificando.

“Llega a ser quien de verdad eres” decía el poeta Píndaro en su poema Pythia II en el siglo IV antes de nuestra era. “Nosce te ipsum et nosces universum et deos” (Conócete a ti mismo y conocerás a dios y al mundo) era el lema del templo de Delfos que simbolizaba el conocimiento y la sabiduría en la antigua Grecia, hasta que el cristianismo acabó con él a cambio de la subordinación, el sometimiento, el odio a uno mismo, el miedo y la ignorancia.

Mi corazón está del lado de la diversidad, por tanto, del lado de las minorías perseguidas. Del lado de los derechos naturales de todo ser humano por muy “diferente” que sea. En realidad, todos somos diferentes, aunque todos, también, formemos parte integrante e integradora de lo mismo. Mi corazón está del lado de las mujeres oprimidas, de los animales torturados, de los inmigrantes despreciados, de las minorías estigmatizadas, de las personas buenas e inocentes, de los que sufren rechazo o acoso por ser quienes son. Mi corazón está del lado de todos aquellos que padecen las terribles consecuencias de idearios retrógrados, crueles e inhumanos concebidos para humillar, o reprimir o doblegar a otros. Y su orgullo es mi orgullo. Porque, como decía Howard P. Lovecraft, no existe nada tan terrible y peligroso como la gente normal.