La pasada noche del jueves prácticamente un millón de personas contemplaban las pantallas del ordenador y de la televisión en sus casas. Sobre todo en Cataluña. Pero también en Euskadi, en Murcia, en Galicia y en Madrid. TV3 emitía a través de un programa de documentales (que ya quisierámos poder ver en otros territorios de manera habitual), SenseFicció, un documental esperado: que que relata, con todo tipo de detalles lo sucedido el 20 de septiembre en las calles de Barcelona. 

Si le digo esto quizás aún no sepa que me refiero al día en el que cientos de miles de personas abarrotaron las cercanías de la Consejería de Hacienda de la Generalitat. Porque se estaban realizando registros y se había acudido también al domicilio de algunos consejeros. La ciudadanía salió a la calle porque se había dado el pistoletazo de salida por parte del Gobierno de España para tratar de torpedear la votación que tendría lugar diez días después, el 1 de octubre. 

La población catalana llevaba ya muchos meses en tensión. Sobre todo desde que a principios de verano algunos miembros del gobierno de españa y de otras formaciones políticas de la oposición en el gobierno de Cataluña, hicieran comentarios amenazantes públicamente. Durante meses de crispación amagando con la aplicación del 155. Con un atentado en las ramblas que en algún caso quiso darse a entender por algunos como razón como para que la sociedad catalana se centrase en el miedo y en el terror y dejase aparcado el referéndum. 

Pero la sociedad catalana salió a la calle a gritar que no tenía miedo. Y que votaría. Y trató de denunciar irregularidades ante una avalancha de desprestigio contra el Mayor Trapero y el Consejero de Interior. Un intento (más) de desgaste del gobierno español, que pretendió enfangar una actuación magistral de los mossos, a quienes por cierto, se pusieron todas las trabas habidas y por haber para poder realizar correctamente (y excelentemente) su trabajo. 

Se obvió el hecho de que el imán de Ripoll fuera agente del CNI. Ante las preguntas y la necesidad de información, se planteó una comisión de investigación sobre el asunto. Las formaciones políticas de la oposición en la Generalitat se opusieron a investigar sobre unos atentados que habían matado a ciudadanos de su territorio. Preferían no saber y, lo más importante, que no se supiera.

El 20 de septiembre la gente salió a la calle. Pacíficamente. Y la Guardia Civil dejó sus coches llenos de armas y con las puertas abiertas. Coches que estuvieron en todo momento rodeados de cientos de miles de personas. A los que se subió todo tipo de gente, comenzando por periodistas de todo tipo de cadenas. Incluídas españolas. 

Los Jordis pidieron permiso aquel día a los agentes para subir al coche y poderle pedir a la gente que marchase a casa. 

Dieron un discurso llamando a la calma, al civismo, y a desmovilizar a la gente. Pero los medios decidieron sacar solamente la imagen fija

Incluso yo misma en alguna tertulia solicité que se pusiera el video en lugar de la imagen. No hubo manera. Se me acusó de "independentista" por tratar de justificar a los Jordis. Y en el documental de el jueves se podía comprobar perfectamente todo lo que sucedió. Y sobre todo, lo que no sucedió

Un documental que todo el mundo debería ver. Búsquenlo, lo tienen en internet. Y es de justicia que lo vean todo con sus propios ojos.