Un vaso de plástico, una lata de refresco, un envoltorio de helado o una bolsa de patatas fritas vacías pesan apenas unos gramos. Para acumular más de mil toneladas de residuos de este tipo en una sola noche son necesarios millones de gestos de desprecio, millones de comportamientos incívicos. Y ése es el despreciable legado de los millones de incívicos que acuden cada año a nuestras playas para celebrar la noche de San Juan.

Basta con echar una ojeada a las imágenes que corren por las redes sociales a la mañana siguiente de la verbena para comprobar la magnitud de la tragedia. Desde A Coruña hasta Málaga; desde Huelva hasta Palma: no se trata de una verdad incómoda, sino de una tragedia intolerable.

Pero incluso ante verdades tan duras como ésta cabe mantener una puerta abierta a la esperanza. Porque no nos engañemos: no estamos hablando de cuatro incívicos. La triste realidad es que son muchos, demasiados, los que siguen mostrando ese comportamiento, de lo contrario no se acumularían tantas toneladas de basura.

Pero junto a esa actitud y frente a ella está la de quienes estamos decididos a hacerle frente desde el civismo responsable y el compromiso con el medio ambiente. Cada vez somos más los que nos revelamos contra este tipo de agresiones al planeta.

“Es una vergüenza intolerable”, “triste, muy triste: esto tiene que acabar”, “no hemos aprendido nada, es un problema grave de educación”, “prohibir y multar: eso es lo que deberían hacer los ayuntamientos”.  Las opiniones mayoritarias son no ya de rechazo, sino de llamada a la acción.

Un basta ya ciudadano que surge de la perplejidad ante un problema que parece irresoluble y que debería ser atendido de manera urgente por las administraciones locales. Porque lo fácil es tolerar, lo fácil es permitir, lo fácil es apelar a excusas tan banales como que “esto ya sucedía antes de que nosotros llegásemos”, como algún concejal se atrevió a responder en una radio local.

Lo cómodo es no importunar a los vecinos/votantes que acuden a las playas en la noche de San Juan sin ningún tipo de decencia para convertirlas en vertederos humeantes, comparables a un escenario de guerra. Les ruego que busquen “basura + San Juan” en su navegador para comprobar hasta qué punto eso es así.

Lo cobarde es mandar a las playas a las brigadas de limpieza para que con las primeras luces del día recojan toda esa inmundicia y aquí no ha pasado nada y todos tan contentos y cuánto ha disfrutado la gente, ya verás cómo nos vuelven a votar.

Lo responsable y lo que se corresponde con el ejercicio leal de un cargo público es velar por el bien de todos y afrontar esta realidad intolerable. Lo valiente es asumir la queja de la mayoría silenciosa que empieza a estar harta con la actitud de quienes, ya sean muchos o pocos, actúan de manera tan irrespetuosa e irresponsable hacia nuestro entorno: el de todos.

Lo consecuente sería llevar al próximo pleno un paquete urgente de medidas de prevención, de concienciación y de control policial para que este lamentable espectáculo no siga ocurriendo. Para que cada San Juan, cada San Pedro o cada concierto y cada fiesta que se organice en las playas acabe convirtiéndolas en un vertedero.