De la visita de los reyes de España al presidente norteamericano, Donald Trump, nos quedan algunas dudas. Sobre lo conversado se sabe con seguridad –gracias al comunicado de la Casa Blanca- que el mandatario de Estados Unidos ha dicho que España es un país precioso, con gente muy especial, con el que mantiene unas relaciones excelentes en los campos comercial y militar.

De eso no hay duda. Como demuestran, por ejemplo, las bases norteamericanas instaladas en nuestro territorio. Por el lado de Felipe VI se ha hecho pública la mención a la historia común, y esta frase compartida: "Pero, además, hay un aspecto básico en común que es el valor de la democracia".

Es aquí donde la perplejidad asoma. En un momento álgido en el que Trump ha hecho gala, una vez más, de pisotear los derechos humanos, separando a las bravas a los niños de sus padres, migrantes ilegales, cuyos lloros se han hecho virales y han destrozado el corazón de medio mundo, esas palabras en boca del Rey de España provocan asombro. Más aún, cuando España acaba de dar una lección de solidaridad recogiendo a los migrantes a la deriva en el Mediterráneo, y cuando a diario se hace cargo de ciudadanos que huyen de la miseria y de la muerte. Como guinda, habrá que añadir que EEUU acaba de abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Existen pocas dudas de que la legación oficial española, encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, alguna carta en torno al asunto habrá puesto sobre la mesa. E, incluso, que cuando la primera dama, Melania Trump, escribe en su twitter que ella y la reina Letizia, mientras tomaban el té, han hablado de "cómo podemos influir positivamente en los niños", puede que se hayan referido a esta terrible acción de Trump. Máxime cuando la primera dama ha mostrado en las redes sociales su malestar por esta nueva salvajada de su marido.

Pero no ha transcendido referencia alguna en el texto oficial. Y eso es inquietante. Creo que una leve sugerencia por parte de Felipe VI, una indicación mínima de que el tema es alarmante, habría sido suficiente. De ese modo los ciudadanos hubiéramos sentido orgullo del jefe del Estado y sabríamos justificar su papel como estandarte de nuestro país ante otras naciones.

En cuanto al posible viaje de Trump a España, no parece una gran idea. Aunque es posible que cuando averigüe que en España somos latinos, y que sus rechazados y humillados inmigrantes centroamericanos hunden sus raíces en nuestra cultura hispana, él mismo decida anular la cita.