El poeta Luis Rosales decía que “la ley era como los semáforos: a nadie nos gustan pero sirven para regular el tráfico”. Una vez más los poetas, el poeta en este caso, dice la verdad. La sentencia que emitía esta semana la Audiencia Nacional y que condena al Partido Popular por la red ilegal de Gürtel, no admite ya lecturas tibias.  Dicha sentencia acredita una red de corrupción, mafiosa, de financiación ilegal del partido que gobierna en este país y del que su presidente, el señor Mariano Rajoy, no puede eludir responsabilidades. Entre otras haber llegado al poder con dinero proveniente de una caja B. El famoso “In Vigilando” que de una manera indiscriminada e inmisericorde se ha aplicado a dirigentes de otros partidos parece ser excepción para el presidente del gobierno del PP, en lo que le toca de lleno a él,  en lo que resulta una anomalía democrática injustificable. No es sin embargo la única anomalía de nuestra historia democrática  en este momento, aunque sí la que debe ser solventada de una forma clara si queremos seguir madurando en progreso y civilización. La cuestión es ¿están nuestros líderes políticos a la altura de lo que nuestro país necesita? ¿Están pensando de verdad en el interés general o en el suyo?

Tiene Razón el PSOE en presentar una moción de censura ahora. Nunca estuvo más justificada si el cometido de ésta es enfrentar, no sólo al presidente de un gobierno y un partido que no asume su vergüenza y su delito ante una condena como la dictada, sino también al resto de fuerzas políticas que deben retratarse. Hay aquí un par de variables en la partida a tener en cuenta: el factor azar y el factor oportunidad. Es indudable que el señor Pedro Sánchez, presidente del Partido Socialista, juega en ambas con ventaja. Su moción es más necesaria que nunca para el país pero, también, para sí mismo, para dar una imagen de liderazgo de la oposición que no tenía, fuera del Congreso de los Diputados, desdibujado su perfil entre el “Podemos-Friendly” y el acogotar en todo lo posible a los barones de su propio partido, en especial a Susana Díaz, a pesar de que los barones hayan sido el sostén del partido ante los peores resultados de su historia. Esta tal vez sea su única oportunidad de liderar una iniciativa crucial, efectivamente de peso y necesaria, y dar una imagen fuerte de hombre de estado aunque deban ser otros los que defiendan en la cámara baja su propuesta y no él, emplazado a la tribuna de los medios de comunicación. Su moción de censura, por cierto me sorprende que no la haya consultado con los militantes y simpatizantes que usó de escudos humanos en las primarias, también coloca a Ciudadanos en una posición incómoda. En especial a su valoradísimo líder, según todas las encuestas,  Albert Rivera. Seguir siendo el sostén del PP sería un suicidio. Desperdiciar su trabajo por hacerse con un espacio sólido en el centro derecha que podría convertirlos en las próximas elecciones en primera fuerza política del país. La propuesta de Ciudadanos de convocar elecciones sería válida si no se hubiesen apoyado los presupuestos generales del estado la semana pasada. Ahora, y teniendo en cuenta que sería una distopía política que Rajoy convocase él elecciones generales, asumiendo la sentencia de Gürtel, la única posibilidad de convocar éstas es pasando por el apoyo a Sánchez y sacar al PP del gobierno. Albert Rivera no parece estar dispuesto a apoyar a Pedro Sánchez. Este mismo sábado ha ofrecido al PSOE pactar otra moción "con un candidato instrumental" para que "dé voz a España" que no sería ni Rivera, "ni el señor Sánchez". Este juego a los tecnócratas de la transición, aunque el momento tenga ciertas concomitancias, no sería entendible teniendo figuras designadas en sus partidos para liderar este periodo.  El PSOE se ha comprometido a través de su secretaria de Igualdad, Carmen Calvo, a convocar elecciones en "unos meses" si gana la moción de censura que ha planteado contra el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y ha reclamado a todos los diputados su apoyo porque "este país no aguanta un día más la corrupción del PP". La credibilidad de Rivera está pues en el alero. Dejar al PSOE solo, en manos de un PODEMOS hipotecado por la casa de Iglesias y Montero, y la insaciable necedad de los independentistas catalanes, podría convertir en tierra quemada todo lo ganado por Ciudadanos en los últimos años.  Es posible que por eso de que la Ocasión la pintan calva, Pedro Sánchez haya atrapado su oportunidad de ser el líder que necesita este momento, aunque sea de transición, aunque lo convierta en Pedro I el Breve. Es probable que esto también le dé la pátina de credibilidad y de protagonismo que no tenía más que contra los suyos. Sea como sea, lo que está claro es que nuestro país se enfrenta a una encrucijada en que nos jugamos nuestra historia, nuestro prestigio y nuestras instituciones. Ahora no nos importa quien, sino quien no debe seguir, el cómo y el para qué, que es para no avergonzarnos de nuestro país, y poder mirar hacia adelante sin sonrojarnos.