No tengo nada en contra de que las personas prosperen, que vivan bien, incluso si son políticos. Es más, he manifestado a menudo que, aunque era necesario ajustar los gastos superfluos de la clase política y los representantes públicos, estos debían estar bien pagados pues, de otra forma, sólo podrían acceder a los cargos representativos aquellos que, bien por capacidad económica, bien por tradición familiar -que suele estar ligado a lo primero-, bien por no tener otra opción -asunto que ha sucedido demasiado-, vieran en la carrera política una forma de servicio a sus propios intereses, que no a los generales. Este modelo es el habitual en EEUU, y estamos sufriendo las consecuencias con un memo multimillonario como Donald Trump.  

Cuando comenzó el famoso discurso de “la Casta”, de PODEMOS, comprendí la conexión con la ciudadanía, machacada por la crisis -yo mismo como autónomo sin ir más lejos-, mientras no paraba el escándalo de las tarjetas black, los dividendos de los bancos rescatados, Bankia, caso Palau, Urdangarín, ERES, despedidas de puteros costeadas con cargo al erario público, etcétera, etcétera. Sin embargo me saltaron las alarmas porque ese discurso casi inquisitivo, esa tribuna de la plebe que se parecía más al directorio de Robespierre que mandaba a gente a la guillotina casi con infundadas acusaciones de terceros, con destacados dirigentes de la llamada nueva política como Monedero o el propio Pablo Iglesias, se parecía más a una forma populista de linchamiento y descrédito bananero que a una democracia seria. La justicia no siempre lo es, ahí tenemos la sentencia de “la manada”, no es rápida, habría de verdad que dotar de medios y modernizarla, y, por supuesto, habría que garantizar no sólo su total independencia, interferida a menudo, sino la asunción de responsabilidades de ciertos jueces que la interpretan ideologizadamente, aunque ese es otro tema, pero es nuestra única garantía real.

Los romanos, y todas nuestras leyes, administraciones, pensamiento y estructura política proviene de ellos,  tenían clarísimo, el concepto de la “Res Publica”: “la cosa pública”. Los que se dedicaban al servicio público y a los demás, siempre por un tiempo marcado y limitado en cada cargo: Censor, Tribuno, Magistrado, Consul, Senador, etc, veían la parcela de su intimidad muy limitada pues, se entendía, que si hacían y exigían el cumplimiento de la ley, sus propias vidas debían y podían estar bajo la lupa de los demás y ser ejemplares. Pues bien, llama la atención que, ahora, el señor Pablo Iglesias y su pareja, la señora Irene Montero, clamen por el maltrato de los medios de comunicación y la intrusión en su intimidad. Ya es bastante escandaloso el trágala de sus propios compañeros de partido a que el señor Iglesias, como si fuera Daniel Ortega con Rosario Murillo, haga a su compañera sentimental segunda de abordo. No me vengan con el argumento del machismo, no soy sospechoso de ello sino de lo contrario y me parece repugnantemente paternalista y reaccionario poner a tu señora de número dos. Ya puestos, ¿por qué no la hizo por mandato divino presidenta del partido y daba ejemplo de empoderamiento femenino, aunque se pasara a las bases por el forro? Si hubiera sido en cualquier otro de los partidos, habrían estado haciendo chistecitos hasta el día del juicio por la tarde.

Al final, a los señores Irene Montero, que según apuntan algunas fuentes ha recibido una herencia proletariamente multimillonaria, y Pablo Iglesias, les ha pasado como al alguacil alguacilado. Personaje de una de las más famosas sátiras de Quevedo, que en realidad empezó llamándose “El Alguacil endemoniado”.  En esta historia el licenciado Calabrés, sacerdote hipócrita, exorcista, intenta repetidamente exorcizar al demonio que ha poseído al alguacil, aunque no tiene mucho éxito. Para el crítico Crosby, Calabrés representa a todos aquellos que callan la verdad y resulta irónico que un juez y un exorcista no puedan con el demonio porque son más hipócritas, taimados y embusteros que él. Tanto criticar el amiguismo, el colocar a los parientes y parientas, y pone a su pareja de número dos del partido. Tanto criticar el capitalismo de amiguetes, la vida disoluta e insolidaria de los capitalistas de la casta, y se compran una casa de lujo de más de cien millones de pesetas… En fin que, una vez más, una cosa es predicar, y otra dar trigo. Ya fue bochornoso el otro trágala de la venta y plusvalías del señor Espinar, pero esto toca la médula de PODEMOS que estaba muy bien situado junto con CIUDADANOS de cara a las próximas elecciones según las encuestas. No resolver como es debido esta cuestión puede costarle caro al partido entre sus electores, aunque me temo que volverán a comulgar, por mandato del Dictator, con ruedas de molino, en las supuestas consultas a las bases.  No se me escapa que, como en otros casos, la pareja de lidereses han caído por fuego amigo, pero lo importante aquí no es quien dispara sino que, como argumentaba, quien se dedica a la cosa pública ha de ser coherente con su discurso y con las reglas del juego. Nadie les obligó a decir lo que decían, y que convenció a muchos, ni a estar donde están. Al final uno vale lo que vale su palabra y en política más.