Cuando apagamos la televisión desde el mando a distancia y la dejamos en modo stand by el aparato sigue consumiendo hasta un 15 % de la electricidad que consumía mientras la estábamos viendo. Lo mismo ocurre con el resto de aparatos eléctricos y electrónicos del hogar: todas esas lucecitas rojas que se quedan encendidas al apagar la luz nos avisan del malgasto.

En el caso de algunos componentes de informática o de los receptores de señal wi-fi el malgasto es todavía mayor ya que en realidad gastan la misma electricidad cuando están inactivos que cuando estamos haciendo uso de ellos.

Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) el gasto oculto de todos esos aparatos sería equivalente al consumo de una bombilla incandescente de 60W de potencia durante todo el día, lo que traducido en dinero supone unos 100 euros al año en la factura doméstica. Además aumenta nuestras emisiones de CO2 en alrededor de 350 k anuales. Todo ello sin obtener nada a cambio: puro derroche.

En el caso de una vivienda equipada con los últimos avances tecnológicos en domótica el consumo del modo en espera del conjunto de aparatos y sistemas puede llegar a representar hasta una cuarta parte de la factura de la luz.

Se trata de un derroche de energía y de dinero que está creciendo a un ritmo cada vez más acelerado en todo el mundo y que, según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), tienen un alto coste económico para las familias, rondando actualmente los 60.000 millones de euros a nivel mundial.

Pero eso no es todo ya que, según este organismo internacional, si no se toman las medidas necesarias para combatir este absurdo dispendio de recursos económicos y energéticos, en 2025 la cifra superará los 100.000 millones y supondrá casi un 5% de las emisiones globales de CO2 asociadas al consumo de electricidad.

El derroche de energía y de dinero, que está creciendo a un ritmo cada vez más acelerado, rondando los 60.000 millones de euros a nivel mundial

Para evitarlo, desde el año 2010 la UE mantiene una normativa que obliga a los fabricantes a reducir el consumo del modo en espera o stand-by para que en esa posición consuman menos de 1 W, aunque admite excepciones en función de las características del aparato que pueden seguir dando pie al derroche.

Debido a ello las organizaciones de consumidores exigen que se elimine por completo esta opción de apagado y que se equipe a los modelos con un sistema de desconexión total, que mantenga al aparato sin consumo alguno, pero que permita reiniciarlo en el modo en el que estaba y sin tener que volver a realizar todos los ajustes. Algo que para los fabricantes no debería representar ninguna dificultad.

Mientras eso no ocurre y para evitar que la factura del stand-by siga creciendo, la mejor opción para acabar con este absurdo malgasto de energía y de dinero y reducir así las emisiones de CO2 que están provocando el cambio climático es desconectar todos los aparatos eléctricos y electrónicos (incluido el wi-fi) cuando nos vamos a dormir, o agrupar los enchufes en una regleta con interruptor y apagarla desde allí.