Vivimos en un mundo violento, inmoral y loco, no cabe duda. Loco en todos los sentidos, incluido el sentido más purista del término, porque locura no es enfermedad, ni paranoia, sino, como decía Ken Wilber, el padre de la psicología transpersonal, “locura es inconsciencia”. Y vivimos en un país loco, más loco que otros países del mundo, mucho más, porque es un país lleno de inconscientes, y es un país lleno de violencia y de crueldad, aunque estemos bien adpctrinados y habituados a ellas.

Y es preocupante realmente el nivel de deformación de la realidad que algunos llevan a cabo, sin medida y sin ningún escrúpulo, transformando el lenguaje para transformar las conciencias. En ello son muy expertos, entre otros, los del Partido Popular. Es una vieja táctica que ha beneficiado a algunos ámbitos en el camino de la manipulación de la sociedad y del inconsciente colectivo a lo largo de la historia. En la puesta en práctica de los preceptos neoliberales, hace varias décadas, había que cambiar las palabras para no llamar a las cosas tal cual son, porque esa verbalización denotativa sería realmente cruda e insoportable. Al empleo precario se le llama minijob, al abusivo rescate a la banca se le llama línea de crédito, a dejar sueldos precarios le llaman moderación salarial, a pagar en B a un estafador de lo público para que no hable de otros supuestos estafadores de lo público se le llama “simulación en diferido”, y así un larguísimo etcétera.

Hace unos días, en la final de la copa del rey de fútbol (ese escenario tan propicio para usar bien las neuronas), el ministro del Interior, Zoido, en una entrevista al diario Marca (ése que es el único medio de prensa que leen algunos millones de españoles), tildaba la pitada al himno y al rey que en el partido de “violencia”, y amenazaba con actuar aplicando la Legislación de antiviolencia. Sobre la libertad de expresión argumentaba que hay que respetarla, pero en base al compromiso de erradicar la “violencia”; es decir, hay que respetar la libertad de expresión sólo cuando nos es favorable, si nos es desfavorable hay que llamarla “violencia”, parece esgrimir entre líneas el ministro.

Pitadas al rey y al himno nacional en un partido de fútbol es violencia según los mismos que atacan y critican los nacionalismos cuando no son los propios

En resumen, pitadas al rey y al himno nacional en un partido de fútbol es violencia según los mismos que atacan y critican los nacionalismos cuando no son los propios. Porque exhibir una bandera y colocar un himno nacional en una celebración deportiva es el ejemplo vivo del más puro y rancio nacionalismo patrio. Y me pregunto qué pinta el rey y el himno patrio en esa circunstancia. Lo extraño sería que no hubiera pitadas. Muchos españoles, y no hablo sólo de catalanes, estamos hasta la diadema de reyes, himnos y patriotismos que salen a colación sólo cuando los que los nombran obtienen prebendas de ello, aunque se vayan a otros países a llenarse sus dineros.

Habría que aclararle al señor Zoido que no parece entender bien el concepto de violencia. Porque “violencia” es, en realidad, otras muchas cosas que él, con toda probabilidad, tiene asimiladas en su inconsciente, y en su consciente seguro que también, como normativas. Violencia es desmantelar un país, apropiarse del dinero público, despreciar los derechos de los ciudadanos, arruinar la Sanidad pública que deja sin cobertura digna a millones de personas. Violencia es dejar a los mayores pensiones con las que no se puede sobrevivir y, a la vez, subir un 1% los altísimos sueldos de los gobernantes; es acabar con la Ley de Dependencia y dejar en la precariedad a miles de españoles vulnerables, es mofarse de la dignidad de las personas, es despreciar el derecho a denunciar los abusos, es crear una Ley, la Mordaza, que afecta gravemente a los derechos humanos fundamentales.

Violencia es provocar que la gente joven tenga que marcharse fuera para poder tener futuro, y que la gente menos joven malviva con sueldos precarios.Violencia es conseguir un máster universitario de manera fraudulenta y seguir ostentando cargos de responsabilidad pública. Violencia es usar con descaro los puestos de gestión pública para medrar y hacer caja de manera indecente e inescrupulosa. Violencia es instrumentalizar las instituciones para usarlas en provecho propio. Violencia es declarar patrimonio cultural un espectáculo aberrante de tortura de un ser vivo e inocente. Violencia es hablar de moral y carecer absolutamente de ella, y violencia es hablar de valores sin tenerlos.