Un año más asistimos a la subasta y cambalache de los Presupuestos Generales del Estado. A nadie va a sorprender que cada gobierno, unos más que otros, los utilicen no tanto en favor de eso que parece que ya nadie recuerda, “El Interés General”, sino en beneficio de sus propios intereses particulares. No voy a profundizar demasiado en que, además de la cosmética medida, y necesaria, para tratar de parar la sangría de votos del PP entre los más afines, los mayores, con el tema de la subida de las partidas para las pensiones, lo que me parece justo, los grandes beneficiados sean, un vez más, los vascos. No quiero decir con esto que no merezcan inversiones, aportan muchísimo al PIB nacional, pero no es inocente, teniendo en cuenta que necesitarán el apoyo de los nacionalistas vascos para poder sacar adelante dichos presupuestos. De momento el PNV mantiene una ensayada distancia con el PP, escudándose en el tema catalán y el manoseado 155  pero, todos sabemos, que cederán por una cuestión económica. Tenemos muchos antecedentes probados.

Hablando de los que merecen o no por su aportación al PIB, una vez más asistimos al maltrato de la Cultura y sus industrias por parte del gobierno actual, y del señor Montoro en particular. La partida destinada a las artes pasa de 803 a 838 millones en un sector que supone en la generación de riqueza de nuestro país el 2,5% del PIB. Se ha vendido que la partida de cultura sube un 4,4% pero lo cierto es que sólo supone un 0,2% en los Presupuestos 2018. Llama la atención teniendo en cuenta que la aportación de las gentes y tejido cultural a nuestra riqueza es mucho mayor, aunque no sorprende teniendo en cuenta la fijación del señor Montoro contra los actores, escritores, directores de cine, etcétera. En su cinismo metódico, el señor ministro Cristóbal Montoro dice : “La política de Cultura es un elemento vertebrador de la identidad cívica”.

Falta mucha pedagogía de lo que suponen las Industrias culturales como motores económicos del país, de eso llamado marca España

Cierto; pero pese a esta frase que se puede leer en el Libro Amarillo presentado por el ministro de Hacienda, es evidente que los hechos dicen lo contrario de lo que sus políticamente correctas palabras. Toda comparación es odiosa, pero es ilustrativa si la contraponemos a la memoria de los 1.050 millones para la Cultura del último presupuesto del Ejecutivo socialista, en 2011. Es verdad que podemos celebrar la bajada del IVA sobre las entradas de cine, que pasa del 21 al 10%, pero, también lo es que, fue una medida estúpidamente antieconómica, que nunca debió tomarse, que supuso el cierre de miles de salas de cine y teatro desde 2012 hasta nuestros días, y que estaba más enfocada a reprimir y castigar a las gentes de la cultura que a recaudar, con la ya estudiada destrucción del tejido productivo del sector cultural.

Falta mucha pedagogía de lo que suponen las Industrias culturales como motores económicos del país, de eso llamado marca EspañaDesafortunadamente, no es un hecho nuevo, y falta mucha pedagogía de lo que suponen las Industrias culturales como motores económicos del país, de eso llamado marca España, por no hablar de lo que aportan en construcción de valores, idioma, concienciación, y eso, llamado “cultura” que quedará de nuestras sociedades y épocas cuando hayan pasado siglos.

No hay un interés real por parte de nadie, no nos engañemos, salvo para hacerse la foto o hacer brindis al sol. Se plantea un otoño caliente de adelantos electorales y asistiremos de nuevo a proclamas en favor de la cultura por parte de todos los grupos políticos sin acciones, medidas o contenidos reales. Mientras tanto, vivimos como ayuntamientos, diputaciones y entidades públicas no pagan a los trabajadores de la cultura, les escatiman recursos, los maltratan, o les retrasan pagos, mientras que su discurso público es otro. Tal vez en algún momento debamos empezar a dar nombres y direcciones.

No existen medidas reales de soporte y protección como en otros países civilizados a los que constantemente se nos compara, como Suecia, Noruega, Francia o Alemania. No existe un cuerpo específico funcionarial, ni juzgados, que velen por los derechos de autor y tomen medidas reales, cuando no se ampara, con el compadreo y el amiguismo actitudes que vulneran la propiedad intelectual. Si además de todo esto, un creador se atreve a levantar la voz, a decir quienes, cómo y cuándo, a defender lo suyo, lo legal, lo justo, se le cuelga el estigma de problemático. En fin que, si seguimos pudiendo disfrutar de obras de teatro, canciones para cada momento, películas que nos mueven por dentro, o libros que nos cambian la vida, no será por la sensibilización general, ni por los apoyos e incentivos de gobiernos, presupuestos e instituciones. Una vez más, lo raro sería lo contrario, los creadores seguimos estando a la intemperie.