Desde la prisión alemana en que aguarda el veredicto de los jueces germanos acerca de su extradición, Carlos Puigdemont ha continuado lanzando sus habituales bravatas. Al inicial concepto de “La ira del Estado Español nos amenaza a todos,” que lanzó al inicio de su gira europea, ahora ha emitido un nuevo y personal slogan :“ ¡No claudicaré! ¡No renunciaré! ¡No me retiraré!”. Y a los demás que los zurzan, claro.

Los demás, en lo que se refiere a los independentistas, van pasando de los gritos a señalar a quienes les estorban. Y eso es, también por ejemplo, lo que están haciendo el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, a quien responsabilizan de los males que ellos mismos han provocado, y al que amenazan sin pudor.

Son tipos que se creen idealistas pero que, en realidad, mantienen sueños estúpidos, basados en hacer un país nuevo, a su manera, en el que los soberanistas hagan y deshagan.

Persisten en esos sueños por encima de lo que haga falta. Más de la mitad de los catalanes deben estar excluidos de tal pesadilla. Mienten los independentistas y Puigdemont también es un mentiroso a la vista. No permite que la realidad le estropee sus argumentos. En el recurso de reforma que acaba de presentar ante el magistrado Llarena, pide la anulación de actuaciones porque dice que no se ha podido defender hasta ahora. Alega pues indefensión, pero no aclara por qué se fugó a Bélgica y la razón por la que no se presentó ante la justicia cuando fue requerido.

Aparte del malestar que cunde en el electorado catalán que no quiere la independencia, las fanfarronerías de Puigdemont tienen el efecto de hacer trizas a las formaciones que en su día le apoyaron y que se debaten en un dificíl escenario.

Son tipos que se creen idealistas pero que, en realidad, mantienen sueños estúpidos, basados en hacer un país nuevo, a su manera, en el que los soberanistas hagan y deshagan

Cómo será que, su antecesor en el cargo, Artur Mas, ha respondido a su afirmación que, cara al 22 de mayo, fecha de la nueva investidura, no vale la pena que el inquilino de la prisión de Neumünster aspire a presidir la Generalitat.

Mas lo razonaba así en RAC1: “Investir a Puigdemont comportaría abrir procesos penales contra más personas: Lo que se ha de valorar es si vale la pena o no hacerlo, después de tener a tanta gente fuera del país, y si no es necesario reamar las fuerzas y seguir adelante. Es decir, basándose en que es preciso aportar más altura de miras, ya que considera necesario formar Gobierno cuanto antes. Y es que Mas es consciente de que entre presos y huidos, la situación no es boyante, sobre todo cuando quien más, quien menos, se ha comprometido ante el juez a no reincidir.

Lo que parece mentira es que a toda esta pandilla parezca importarles un bledo temas como la huida de empresas de Cataluña, con los correspondientes millones de ingresos desviados gracias al frenesí de unos cuantos, muchos, demasiados, a los que ciega alcanzar el poder, que promete el divino Puigdemont que no renuncia a convertirse en el Mesías.

Pero empieza a dar la impresión de que el globo se desinfla y las baladronadas de Puigdemont se van a quedar en eso, en palabras huecas arrojadas al vacío, que nada significan.