Parafraseo el título de la novela de Ian Fleming, luego adaptada al cine en la saga de su celebérrimo James Bond, para hablar de un tema que admite poca broma: la impunidad con la que ejerce la muerte al estilo guerra fría el recién reelegido Vladimir Putin. Al margen de la deficiencia democrática de esa reelección, con opositores de paja o encarcelados, en lo que es una pantomima democrática típica del zarismo disfrazado de comunismo del peor estilo soviético, es hora ya de decir que la Rusia de Putin es una amenaza para los rusos, en primer lugar, y para las sociedades democráticas.

Esta amenaza se ha vuelto a poner de manifiesto de nuevo a partir del 4 de marzo cuando la policía británica encontró a dos personas inconscientes en un centro comercial en Salisbury, en el condado británico de Wiltshire, aparentemente envenenadas con un agente nervioso ya usado en la guerra fría. El ministro británico de Exteriores, Boris Johnson, confirmó posteriormente que se trataba de Serguéi Skripal y su hija Yulia. Después del incidente, los medios ingleses empezaron a desarrollar el tema de la implicación de Rusia y sus servicios especiales en el incidente. Este 12 de marzo, la primera ministra británica, Theresa May, responsabilizó a Rusia del envenenamiento del excoronel ruso y su hija. La cascada de declaraciones cruzadas, acusaciones y repercusiones diplomáticas, con la expulsión de varios en distintas embajadas en el mundo se me antoja una pirotecnia inútil ante lo que está sucediendo. Muchos periodistas rusos, algunos nacionalizados británicos y otros de origen ruso, reconocen haber recibido amenazas, nada veladas, si continúan criticando la situación. Incluso la cadena NTV difundió el texto del mensaje a disposición de Sputnik en el que se dice, literalmente dice que "la que trabaja en Rusia como una pluma puede, al final, morir por una espada".

El miedo a Putin, el nuevo zar rojo y su maquinaria bélica, no puede sorprendernos. Llevamos años sabiendo, por ejemplo cómo intervienen en los países de su entorno, bélicamente, sin que suceda nada. También cómo se persigue a los opositores políticos llevándolos a la cárcel, el exilio, o a morir en extrañas y evidentes circunstancias, muy parecidas a la de los periodistas disidentes. La comunidad internacional y sus organismos ha permanecido tibia o ha mirado hacia otra parte mientras se está persiguiendo, torturando y asesinando a los homosexuales, por ejemplo, además de negárseles la posibilidad de ser, simplemente, que es lo más terrible de todo. Las complicidades inaceptables llevan sucediendo de la manera más hipócrita. Pedro Sánchez, por ejemplo, el ahora Santo niño mártir Pedro Sánchez, ajusticiado por mantener su fe en el “No es No” contra el aparato, según parecía, del partido frente a una malvada baronesa territorial, Susana Díaz, y ahora de nuevo secretario general del PSOE, también, fue cómplice de una de estas cuestiones en connivencia con el PP. Él apoyó a Mariano Rajoy y su gobierno en el acuerdo con Rusia, para que los homosexuales no pudiesen adoptar allí. Sánchez, inauguró su dirección con un trágala del PSOE que se hacía de cuerpo en una de las leyes más importantes en la historia de la democracia española abanderadas por los socialistas con Zapatero y Pedro Zerolo al frente. Él se explicó, argumentando a su balbuciente manera un supuesto interés general, que menoscababa, una vez más, el de los colectivos LGTBI y los socialistas, con eso que ahora el mártir Sánchez denosta que se llama disciplina de partido. Con todo, ocasionó un profundo desasosiego que produjo en la mayoría del partido, de los militantes y simpatizantes que ahora usa como escudos humanos, y de muchos ciudadanos que vieron mermados sus derechos frente a países homófobos, de la mano de un PP al que apoyó sin fisuras el señor Sánchez, nada más llegar. Entre los muchos que sintieron ese golpe estaba Zerolo, que en esos momentos peleaba por su vida y que tanto luchó por la igualdad total de las parejas homoparentales, también en derechos de adopción. La diputada Carla Antonelli, manifestó tanto en declaraciones a medios como en sus propias redes, su desacuerdo con este apoyo perpetrado por el señor Pedro Sánchez al que, antes de envolverse en el paño de pureza del “No es No” le dijo que sí a un PP que lo usaba en una merma más de los derechos civiles conseguidos por el PSOE con mucho esfuerzo. Como dicen que por sus hechos los conocerás, yo conocí la dimensión y entidad política y humana del mártir Pedro Sánchez en este acto inicial. Ese fue, tan pronto, el día que dejé de creerme a Pedro Sánchez que, aunque no ha tenido problema en desdecirse de otras cuestiones, no ha dado marcha atrás en un asunto tan capital como identitario en la socialdemocracia española. Tal vez por eso, y cuestiones parecidas, todas las encuestas de intención de voto indican que conseguirá llevar al PSOE a ser tercera fuerza y perder su posición referencial. Sé que en esto, aunque sea un socialdemócrata convencido aunque estragado, como en el tema ruso, estoy predicando en el desierto. Eso sí, por si acaso, ya he comprado pastillas contra la radiación por si me llegan unas torrijas o bombones con polonio enriquecido, desde Ferraz, o desde Rusia con amor…