El único bien es el conocimiento y el único mal es la ignorancia, decía el historiador griego Heródoto casi quinientos años antes de nuestra era. Mucho ha llovido desde entonces, aunque esta sentencia permanece vigente porque es universal. Y no se refería al conocimiento académico, ni al afán de algunos por acumular fechas, cifras y datos, sino a la comprensión profunda de los aspectos esenciales de la realidad, y a eso muchos no llegan, la verdad. Dice la sabiduría universal que, en esencia, todos somos uno (we are all one) y que, por tanto, quien daña al otro no sólo se daña a sí mismo, sino también daña a toda la humanidad. El batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo, decía el científico Edward Lorenz para explicar la Teoría del caos. Y lo contrario, una palabra, una sonrisa, una ternura, si son de verdad, pueden tener un poder insospechado.

La tríada verdad, bondad y belleza, conceptos interrelacionados e inseparables y que resume los mayores valores de la humanidad, son la tendencia y el camino del progreso del ser humano; suelen ser valores muy escasos, por desgracia, y nos solemos encontrar a nuestro alrededor, con demasiada frecuencia, con mentiras, maldades y fealdades. De tal manera que es como si nunca acabáramos de sorprendernos de la alta cota de odio, maldad y perversión a la que puede llegar el ser humano. Aunque, afortunadamente, al lado de la miseria existe la grandeza, y al lado de la perversidad brilla a veces también la inocencia, la compasión y la bondad. Decía Beethoven que no conocía ningún otro signo de superioridad en los hombres que no fuera la bondad del corazón. Yo tampoco, aunque esté tan poco cotizada.

En los últimos días los españoles hemos vivido intensamente la búsqueda de un niño de ocho años que finalmente ha sido hallado asesinado por la pareja de su padre. El país entero ha estado pendiente de la búsqueda y de los detalles de su terrible, macabro y prematuro final. Y el país entero se ha estremecido y se ha puesto en pie ante una malignidad difícil de comprender y difícil de asimilar. La inocencia y la indefensión de un niño ante la envidia y la maldad de un adulto sin escrúpulos y sin conciencia, que ha sido capaz de fingir fríamente y de esconder la terrible verdad, nos ha tocado a todos el corazón, y nos ha llenado, a la vez, de ternura y de compasión ante la indefensión del pequeño.

Vivimos rodeados de maldad, decía, y no proviene solamente de personas que sean capaces de grandes perversidades personales. Mucha de la maldad que nos rodea proviene de los gobernantes que son también insensibles ante el dolor ajeno y llegan a ser capaces de mirar para otro lado cuando sus decisiones y sus acciones provocan dolor, penalidades, miserias e incluso la muerte de muchos seres humanos. ¿Son hechos equiparables? Pues no sé si existe la misma saña y alevosía, probablemente no, pero también es matar, y quizás haya un plus de inmoralidad en ello por el abrigo que suponen los cargos públicos, por las inmensas consecuencias de sus actos y sus maldades, y por la impunidad que son capaces de crear a su alrededor.

Nos hacen daño de muchas maneras, y nos matan de muchas maneras. Más de 200.000 dependientes desatendidos, por ejemplo, han muerto en lista de espera en sólo seis años tras los recortes a la dependencia, que fueron en la primera legislatura de Rajoy 2.000 millones de euros. ¿Dónde estará ese dinero? Cerca de mil personas mueren al año por la desatención y malas praxis médicas consecuentes a los recortes en Sanidad, sólo de las muertes que se denuncian, ¿Cuántas serán en total? Más de un veinte por cien han aumentado los suicidios desde 2008 en España. ¿Cuántas familias se han quedado en la calle por los desahucios ilegales e inmorales que se ejecutan sin un atisbo de piedad? ¿Cuántos jubilados, que han pagado al Estado sus cotizaciones durante toda su vida, malviven en la escasez y en la miseria con pensiones misérrimas? 

No se trata de hacer comparaciones. Pero me gustaría que, al igual que todos los españoles se han puesto en pie por la terrible muerte de un niño indefenso a manos de la maldad en su peor cara, nos pusiéramos siempre en pie por tantas otras terribles muertes que ocurren a nuestro alrededor cada día. Que la muerte injusta y obscena de este precioso niño nos sirva para darnos cuenta de la importancia del repudio a la injusticia, al abuso, a la iniquidad, sea la que sea, y provenga de donde provenga, tanto de los ámbitos privados como de los públicos. Como están haciendo los pensionistas españoles, dando un gran ejemplo, y poniéndose en pie contra el abuso, la crueldad y la indecencia intensa del gobierno Popular. Y que nos sirva también para ser muy conscientes de lo importante que es rodearnos, en todos los espacios de nuestra vida, de personas buenas. Porque la maldad mata, de mil formas y maneras.