Por supuesto felicitaciones... Fuisteis muchísimas las mujeres valientes, conscientes y solidarias que quisisteis hacer oír vuestra voz por encima del silencio atronador sobre vuestra desigualdad. Y lo lograsteis. Ahora, que tomen nota.

Pero  sabemos que es muchísimo el esfuerzo de ir contracorriente, aunque habéis demostrado que estáis ahí para siempre y que no os callarán nunca; que la sociedad tiene que ser consciente de ello y los políticos más.

Hay mucho por hacer. El planteamiento de ninguneo a la mujer y los preceptos machistas están enraizados muy profundamente, incluso en hombres y mujeres progresistas. Buena parte del  problema viene de la educación de padres y madres a niños y niñas, transmitiendo esa cultura medieval y absurda, amparada demasiadas veces por una religión que trata a la mujer como merecedora de lo peor. De esto pocos credos se salvan: por muy antagónicos que sean, suelen coincidir en considerar a la mujer menos que nada; mero receptáculo para un fin.

Y las escuelas, donde la desaparición de asignaturas como la Educación para la Ciudadanía ha conducido a un limbo en valores y en ética que es urgente superar.

Los preceptos machistas están enraizados muy profundamente, incluso en hombres y mujeres progresistas.

Todo ello luego se traduce en la desigualdad, en el abuso, en el maltrato y, en demasiadas ocasiones, en la sumisión porque faltan apoyos, no se tiene nada más y no se ve otra salida.

Queda claro que todos tenemos que sacudirnos de encima ese mismo veneno. Y que no es fácil. Me emocionó el sentimiento de afecto y mutua solidaridad que se desprendía en las calles el jueves pasado, la evidencia de la fuerza y la relevancia de quienes componen más de la mitad del mundo, y el empeño tranquilo pero contundente por hacerse visibles.

Quienes reclamaban dignidad en tantas ciudades sabían bien que falta mucho trabajo por hacer. Hombres y mujeres debemos conseguir cuanto antes que se resuelvan los problemas muchísimo más graves de mujeres que viven situaciones terribles en otros países y no pueden expresarse y gritar, discriminadas como están por su condición femenina, por la pobreza y por la opresión de quien componen menos de la otra mitad del planeta.

Cuando el 8 de Marzo veía las impresionantes imágenes de las ciudadanas de nuestro país diciendo que ya estaba bien, entendía con absoluta claridad que su acción es primordial. Porque si se ellas se callan, las otras, las que resisten como pueden sin alimentos, sin medicinas, donde las tratan como individuos sin derechos…  no tienen salvación.