Los motivos de la grave crisis política entre Cataluña y el resto de España son múltiples y, entre los principales,  figuran los derivados del Estatuto actual y de la sentencia del TC. Pero el más importante es que entre las causas  encontramos elementos objetivables, otros de emocionales y, también, explicaciones en clave histórica y cultural. Esto hace más difícil no ya el diagnóstico sino encontrar las soluciones adecuadas, que tienen que ser diferentes de las radicalidades unilaterales o continuistas, manifiestamente inoperantes. 

Generosidad y diálogo tienen que ser claves para encontrar una salida política dentro de las leyes. Cataluña tiene derecho a escuchar propuestas políticas de progreso por parte del Gobierno de España, y el conjunto de España tiene derecho al respecto a las leyes y a la integridad del Estado por parte de la Generalitat. 

Sólo hay caminos en común para proyectos compartidos. Europa, la modernización del Estado, la descentralización y la construcción de la democracia eran, durante la Transición, proyectos compartidos entre Cataluña y España. La época presente, que algunos ven sólo como una segunda Transición, es para mí un periodo trascendental de cambio de era dónde, sólo con proyectos innovadores y desde una gran unidad civil, podremos recuperar los niveles de cohesión social que habíamos logrado y, también, recuperar el prestigio de las instituciones. 

Los gobiernos de España y de Cataluña tienen proyectos para compartir que pueden hacer aumentar la esperanza de los ciudadanos en periodos convulsos como el actual. De entrada, tienen que identificar el paro, los bajos salarios y la rotura de la relación entre crecimiento económico y progreso social como los principales problemas de la economía. Los dos gobiernos tienen que lograr un gran pacto con los agentes económicos y sociales que mejore drásticamente la ocupación de los jóvenes, de las mujeres y de los parados de larga duración. Un plan con estos objetivos mejora, también, el sistema de pensiones y su sostenibilidad, el otro gran problema que compartimos.

Las infraestructuras, donde tenemos importantes fortalezas y graves carencias, tienen que ser objeto de desarrollo común, entre muchas razones, porque vertebran la relación entre Cataluña, el resto de España y Europa. Es el caso de Corredor Ferroviario Mediterráneo, un proyecto compartido clave para la competitividad económica. Y en Europa, la superación de la actual crisis comunitaria tiene que ser un desafío para los territorios inequívocamente europeístas como Cataluña y el conjunto de España. La construcción europea en un mundo muy global, pequeño y complejo, es un reto para los países que creemos en Europa. 

Cataluña y España tienen que construir proyectos e ideales compartidos para asegurarnos uno renovado camino en común.