No es fácil entender a Carles Puigdemont. Para conseguirlo, habrá que recordar que existió un precursor llamado Jordi Pujol i Soley; el que marcó la senda. Que Artur Mas fue su profeta. Y que sus discípulos han bebido hasta la saturación las doctrinas del veterano político. Aquellos polvos trajeron estos lodos.

Así funcionó el exhonorable (le perdieron los dineros), en sus 23 años de president. Dejaba caer mensajes subliminales que tejían una urdimbre, oculta en tiempo de pactos, como el inolvidable acuerdo del Majèstic en 1996. Aquel compromiso permitió la investidura de José María Aznar con el apoyo de Convergència i Unió, traducido más tarde en el Parlament con el consiguiente respaldo del PP a los convergentes: "La identidad de Cataluña se defiende con la Constitución", decía entonces.

Fuera de esos momentos de amistad interesada y tras un largo camino salpicado de sospechas, y decorado con idílicos oasis, antes de la puesta en marcha del procés, Pujol ya comenzó a mostrar su opción en favor de la independencia.

Ahora el delfín se siente traicionado de acuerdo con los mensajes indiscretos enviados al diputado y ex conseller de ERC, Toni Comín. ¡Qué opereta!

Mas, su sucesor ahora condenado por desobediencia e inhabilitado por la Justicia para desempeñar cargo público durante dos años, continuó haciendo lo mismo. En el camino abierto por su padrino, intentó celebrar un primer referéndum; el de las urnas de cartón.

En las elecciones autonómicas de 2015 encabezó la común lista independentista de Junts pel Si. La que obtuvo una clara mayoría, pero no llevó a la presidencia a Artur Más por exigencias de la CUP. En su lugar, Puigdemont fue el nuevo presidente. Ahora el delfín se siente traicionado de acuerdo con los mensajes indiscretos enviados al diputado y ex conseller de ERC, Toni Comín. ¡Qué opereta!

Conocí bien al padre del confidente de Carles Puigdemont: Alfonso Carlos Comín, periodista, sociólogo y diputado por el PSUC en la primera legislatura catalana. Luchó contra el franquismo en la clandestinidad y su aportación al eurocomunismo y al pensamiento cristiano fue crucial. ¿Qué opinaría Alfonso Carlos si pudiera ver el tragicómico papel desempeñado por su hijo?

Toni Comín abandonó el PSC en tiempos de cólera. Algo semejante hizo el ex conseller de Educación, Ernest Maragall. Ambos cayeron en brazos de ERC. Pero el ex titular de Educación, no abandona sus ínfulas de intentar seguir los pasos de su hermano Pasqual Maragall. Éste sí, ha escrito páginas brillantes de la historia de Cataluña.