Últimamente nos llevamos las manos a la cabeza gritando: "¿dónde está la izquierda en este país?". Ciertamente, no está. Se la espera, pero no llega. Porque el PSOE ha quedado ya retratado en todo este espectáculo lamentable y doloroso que está siendo ver cómo se desmorona el Estado Democrático y de Derecho, el Estado de Bienestar: frente a sus ojos, esfumándose entre sus dedos. 

El papelón del PSOE no puede pasar desapercibido ni quedar impune. Porque en todo lo que viene siendo el destrozo de la Democracia y del Estado de Derecho que está perpetrando el gobierno del Partido Popular, su cómplice fundamental es el Partido Socialista. Que le apoyó sin ser necesario en la aplicación del artículo 155, interpretando lo que han querido, aplicándolo como han querido, y extralimitándose sin contemplaciones. Ni un reproche, ni un pero, el PSOE ahí, apoyando, porque le vendieron eso de que se trataba de una "cuestión de Estado" y "había que estar a la altura". Sánchez acudió raudo a la llamada, con su camisa blanca, a defender la unidad de España. No se preocupó un minuto (o al menos no lo ha demostrado) en cuestionarse mínimamente lo que en realidad estaba sucediendo. 

Durante el verano Sánchez era el hombre del diálogo, el que decía que para solucionar el asunto catalán había que hablar. Había que mediar y había que buscar soluciones. Después, desapareció. Dicen que Rajoy le tomó el pelo asegurándole que no habría urnas el 1 de octubre, y que desde entonces, escondió la cabeza bajo tierra como un avestruz. 

El PP ha seguido campando a sus anchas, aplicando un artículo 155 al más puro estilo "abracadabra", que le permite cesar gobiernos, intervenir cuentas, convocar elecciones sin que en la Constitución se diga lo más mínimo al respecto. Y Sánchez calladito. 

Se apalea a la población pacífica en Cataluña. Sánchez dice que le parece excesivo. Pero sigue sin mover un sólo dedo. 

Se mete en la cárcel a personas inocentes, sin una sola prueba de los graves delitos de los que se les acusa. Sánchez sale a decir que "no son presos políticos sino políticos presos". Suma y sigue. 

Lejos de tratar de abrir las vías de diálogo, de practicar un poco de escucha activa y empatía con los soberanistas catalanes, se dedica a regalar titulares en los que da a entender que la culpa de todo esto es de Puigdemont, que quedará en la papelera de la historia, y maravillas por el estilo. Sí, el hombre de diálogo está diciendo estas cosas. 

Cuando la corrupción no deja de explotarle en las manos a Rajoy, el PSOE dice que no planteará una moción de censura porque para ellos está por encima la unidad de España que el ansia de gobernar. Tal cual. Y eso que les han dicho todas las fuerzas políticas necesarias que tendrían un cheque en blanco para desalojar al PP del gobierno. Ni por esas. El PSOE sigue manteniendo su postura: y eso que Sánchez se preocupó de prometer que lo primero que haría sería pedir la dimisión de Rajoy, allá por el verano. Y aún recordamos a Iceta gritando aquello de "líbranos de Rajoy". Pues nada. No sólo no nos libra sino que nos da dos tazas. 

De Podemos, hablaremos en otra ocasión. Porque a pesar de que han tardado un mes en recurrir la aplicación del 155 ante el TC, poco más están haciendo. Alguna manifestación quejándose por lo que ocurre, pero sin fuerza ya mediática para poder exponer lo que realmente pasa. No les culpo: no son los únicos que sufren de censura. Cualquier postura que pueda comprender y entender lo que ocurre, cualquier posicionamiento que no criminalice y culpabilice a los catalanes de todos nuestros males, no sale en la tele. Así estamos. 

No es que falte izquierda, que falta. Es que nos faltan políticos. De los que hablan claro, de los que prometen lo que dicen, de los que se la juegan, y de los que sean capaces de llevar hasta las últimas consecuencias (siempre en términos legales y de paz) sus planteamientos para promover una sociedad más justa, igualitaria y democrática. 

Por mucho que busco, yo los veo en prisión, en el exilio, y gritando en el desierto, sin voz ni voto porque nadie les pone el foco (para que, a su vez, nadie les oiga ni les siga). 

Necesitamos políticos. Honestos, comprometidos y valientes. Y por supuesto necesitamos miles de personas que estén dispuestos a apoyarles y a controlarles para que no se relajen y formen parte de este enorme desastre en el que hoy se han convertido nuestras instituciones representativas.