Opinión

Vacunas al alcance de unos pocos

¿Qué sucede con la vacuna contra la Meningitis B?

Varias jeringas sobre una mesa

Varias jeringas sobre una mesa

Soy defensora de las vacunas. Comienzo diciendo esto, porque aunque pueda resultarle chocante, hay una oleada de defensores de lo contrario. Mucho se ha escrito y se escribe sobre el asunto en cuestión y en este sentido, recomiendo que eche un vistazo al trabajo de Lucía Galán (http://www.luciamipediatra.com/acerca-de-mi/). 

No pretendo relatarle aquí las bondades del uso de vacunas, algo que científicamente se ha comprobado y que ha salvado muchísimas vidas. Tampoco pretendo analizar las razones de los anti vacunas, porque sinceramente, considero que el riesgo de no vacunarnos y no vacunar a nuestros hijos es muy elevado y conlleva consecuencias que no solamente afectan a quienes toman esta decisión, sino a la sociedad en su conjunto. 

He trabajado durante mucho tiempo viajando a países en los que las condiciones sanitarias no son, ni de lejos, las que nosotros tenemos en Europa, y en concreto en España. He conocido casos tristes y desgarradores, muertes infantiles que en nuestro país serían impensables. Y se debe, fundamentalmente, al avance y al acceso que tenemos a este tipo de herramientas. 

Gracias a las campañas de vacunación se han conseguido erradicar enfermedades que hace años eran letales. Y si, precisamente puede haber hoy niños que conviven tranquilamente sin ser vacunados, se debe única y exclusivamente al hecho de que la gran mayoría sí lo están. Porque las vacunas no solamente protegen a quien se las pone, sino que generan una barrera de protección mucho más amplia. Son, en definitiva, un arma potente para conseguir que determinadas enfermedades queden aisladas y puedan ser fácilmente tratadas de manera específica. Por eso considero una tremenda irresponsabilidad el hecho de que haya padres que decidan no vacunar a sus hijos (aún siendo obligatorio), no solamente por lo que respecto a éstos significa, sino por lo que significa para todos los demás. 

Pero como decía, no es mi ánimo ni mi especialidad este asunto. Por lo que me centraré en lo que realmente quiero denunciar desde estas líneas. 

Desde las Instituciones se defiende igualmente la importancia de la vacunación. Existe un calendario donde se establecen las vacunas obligatorias, y también las recomendadas atendiendo a la edad, al riesgo de personas determinadas, a pandemias y a riesgos específicos. En este sentido, son los profesionales sanitarios quienes recomendarán en cada caso cómo proceder. Pues bien, hace más de un año se nos recomendó desde los servicios de pediatría que vacunásemos a nuestros hijos contra la Meningitis B. No se trata de una vacuna obligatoria, pero ante los casos que se han dado, ante la posible contracción de la enfermedad y sus complicaciones, los pediatras recomiendan su aplicación. 

Entenderá el lector que cuando el pediatra te recomienda que vacunes a tus hijos, lo más lógico y sensato suele ser que hagas caso a las recomendaciones del profesional. Y por eso hemos sido muchos los padres que hemos decidido vacunar a nuestros hijos contra la Meningitis B. En el mes pasado de abril habían sido ya 400.000 los niños vacunados en España, convirtiendo nuestro país en el titular con más inmunizados del mundo. 

¿Qué sucede con la vacuna contra la Meningitis B? Pues que solamente ha habido una empresa, GSK, la que ha podido fabricarla. El medicamento se aprobó en el año 2013, pero al comienzo solamente se suministraba en hospitales. A partir de septiembre de 2015 pasó a ser de venta libre en farmacias. 106,15 euros por unidad. 

Si se vacuna a partir de los dos meses de vida del pequeño, se recomiendan cuatro dosis (424,60 euros); si se comienza el tratamiento a partír de los seis meses de edad, serán tres dosis y si se vacuna a un mayor de dos años, serán dos. Eche usted cuentas. 

Si tiene dos hijos, menores de cinco años, se encontrará con un desembolso de unos 500 euros. Primera dificultad. No todas las familias pueden permitirse este gasto. Y no hablo de oídas: este es precisamente el argumento que no pocas madres me han trasladado, con el consabido remordimiento de sentir que quizás estén poniendo en peligro la salud de sus hijos por una cuestión meramente económica. 

Segunda dificultad: las listas de espera en las farmacias. Porque, aunque usted no se lo crea, hay que apuntarse en la farmacia y esperar a que vayan llegando las vacunas. Más de un año en muchos casos llevan esperando la llamada de la farmacia. 

Siguiente obstáculo: cuando consigues las vacunas (lo recomendable es conseguir de una vez todas las que vayas a necesitar, puesto que el proceso completo requiere que las dosis se vayan administrando siguiendo escrupulosamente las pautas, y no puedes dejarlo a la suerte de que vayan llegando o no a la farmacia, porque podría interrumpirse el tratamiento y resultar fallido. Así que, una vez desembolsado el dinero, esperada la lista de espera, te haces con las vacunas. Y acudes al centro de salud a pedir cita. 

La siguiente sorpresa viene aquí: como los lotes de vacunas se van dando de manera poco regular, de pronto llega un lote (como ha sucedido ahora a finales de año) y esto conlleva el consiguiente colapso del servicio de enfermería en pediatría. Se dan casos de espera de un mínimo de dos meses para poner la primera dosis. 

¿Cuál es la razón de que todo esto suceda? ¿Cómo es posible que desde las instituciones se esté recomendando utilizar una medida y no se facilitan los medios para ello? ¿Cómo es posible que falte información, que falten medios que ayuden ante semejante circunstancia?

¿Cómo es posible que pueda existir semejante bloqueo en la fabricación de las vacunas, que solamente un laboratorio las pueda comerciar y que haya tantísimas familias preocupadas? Con la salud no se juega ni se debería hacer negocio

La administración pública debería tener responsabilidad en estos casos: cuando recomienda a los padres que vacunen a sus hijos, debe asegurarse previamente de que habrá suministro suficiente, y después, profesionales con capacidad de aplicarlas. ¿Qué sucedería si algún niño contrae la enfermedad en este periodo en el que los padres esperan la llegada de la vacuna?¿O cuando teniéndola, esperan a que les den cita para poderla administrar? ¿Asumiría aquí el Estado su responsabilidad? 

Beatriz Talegón es miembro de Somos Izquierda

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