El franquismo sigue vivo y coleando, solamente se ocultó durante varias décadas tras las bambalinas de la democracia y de las vergüenzas y los crímenes que había que ocultar tras ella. Creo que resulta más que evidente para los españoles, al menos para una buena parte de ellos, que la actual derecha española, el Partido Popular, es la prolongación ideológica del ideario tirano, retrógrado, dogmático e intolerante que sometió a España durante cuarenta años. En este tiempo no vivimos en una dictadura, no se mata por pensar de otro modo, por ejemplo, aunque parece que algunos se esmeran en acercarse lo más posible a ella.

Todas y cada una de las medidas, leyes, decretos, reformas, recortes, enmiendas, propuestas que provienen de las dos legislaturas de Mariano Rajoy, de las de Aznar mejor ni hablar, son expresión de la ideología autoritaria, y del desprecio a los derechos civiles y humanos que caracterizaron al franquismo. Son contrarios radicalmente al progreso y al bienestar de las personas. De tal manera que, desde el 20 de noviembre de 2011, los gobiernos de Rajoy han acabado con muchos de los derechos ciudadanos conseguidos tras años de lucha, han empobrecido el país, han disminuído de manera dramática el poder adquisitivo de los españoles, han demolido la Sanidad pública, han mutilado la cultura, han construido una Educación y una Justicia a su medida, han acabado con la Ley de Dependencia, han derogado buena parte de las Leyes que habían hecho avanzar a este país en las décadas precedentes.

Si nos dedicamos a mirar con objetividad en todo lo que ha ocurrido en este país en lo que llamamos “era neoliberal” no nos cabría duda alguna respecto de la debacle, en todos los ámbitos y a todos los niveles, que ha habido en España a manos de los que algunos nombran como neofranquistas. Eso sí, hay muchos más nuevos ricos y los ricos son mucho más ricos de lo que eran antes del comienzo de lo que llaman “crisis”. Sólo en 2016 España sumó 9.600 nuevos millonarios, considerando como millonarios a quiens poseen un patrimonio superior a un millón de dólares, según conclusiones del informe mundial de la riqueza de Capgemini. El mismo informe expone que, desde 2008, el número de millonarios en España ha aumentado en un 60%, siendo a finales de 2016, exactamente 202.200 los millonarios españoles, que controlan un 54% más de dinero que cinco años atrás.

Todas y cada una de las medidas, leyes, decretos, reformas, recortes, enmiendas de las dos legislaturas de Mariano Rajoy son contrarios radicalmente al progreso y al bienestar de las personas

Si alguien tenía duda sobre dónde acababa llegando el dinero que se ha robado a lo público, que se ha inyectado a la banca, o que se ha obtenido restando derechos y servicios y generando precariedad y miseria en la sociedad española, puede considerar esos datos como una más que posible respuesta. Han aumentado de manera vergonzosa los nuevos ricos al amparo de la indecencia neoliberal; y la pobreza y la precariedad, de la misma manera, han duplicado su impacto en el resto de la sociedad. De eso se trataba.

En 2002 el Ayuntamiento de Pontevedra, siendo aún Mariano Rajoy uno de sus concejales, acordó en Pleno, por supuesto con el voto en contra del PP, el cambio de nombre de la calle Salvador Moreno, un oficial franquista, relacionado con el levantamiento militar de 1936 y ministro en la dictadura, por el de Rosalía de Castro. Era la calle, casualmente, en la que estaba situada la casa familiar del actual presidente del Gobierno. Quince años después, Rajoy sigue nombrando a esa calle con el nombre franquista y dice no entender el porqué de ese cambio.

Damos por hecho que ese desconocimiento no se trata de ignorancia ni de incultura, aunque realmente no podemos estar seguros. La hipótesis más lógica a considerar es el apego de la derecha española al ideario fascista y a la dictadura franquista, a la que aún a día de hoy no han condenado.  No es una anomalía carente de significado que el PP lleva muchos años destinando cero euros a la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, negándole presupuesto y despreciando, por tanto, a una buena parte de españoles que continúan anhelando justicia histórica.

Imaginemos por un momento que el presidente del Gobierno alemán sigue llamando a una calle en la que vivió “Avenida de Hitler”, o de Goebbels, o de alguno de los altos cargos del nazismo alemán; e insiste en que no sabe por qué le han cambiado el nombre. Blanco y en botella. Decía Don Miguel de Unamuno que el fascismo se cura leyendo. No parece que el señor presidente, ni buena parte de los de la derecha española, sean muy adeptos a la lectura.