La espantá de Puigdemont dejando en la estacada a partidos propios y afines, y estupefacta a la ciudadanía a la que animó a abrazar su causa, ha alcanzado caracteres de opereta en este descabellado episodio belga que está protagonizando.

Acaso, el expresident se animó a trasladarse a Bruselas al contar con la invitación de Teo Francken, secretario de Estado de Migración y Asilo belga y diputado por Nueva Alianza Flamenca, independentista, xenófobo, homófobo, y simpatizante de la derecha extrema. Un amigo como para no perdérselo.

Pero no todos los miembros del Gobierno de Bélgica lo recibieron igual: “No quiero prejuzgar nada. Pero cuando uno declara la independencia, es mejor quedarse cerca de su pueblo", opinó lleno de razón el viceprimer ministro, Kris Peeters.

No parece que esa sea la intención del expresident de la Generalitat. En rueda de prensa, primero mostró públicamente y en tres idiomas su desconfianza hacia el Gobierno de Rajoy Brey (al que tildó de violento y agresivo), hacia los partidos no independentistas y hacia la Justicia.

Permanece la incógnita de si el hasta hace poco representante de todos los catalanes retornará a su república, pedirá finalmente asilo, o montará un Gobierno provisional en el exilio 

Consideró también que no existían garantías, especialmente para él, para volver a casa; estuvo de acuerdo con la celebración de elecciones autonómicas el 21 de diciembre y, sobre todo, animó a los cargos de responsabilidad en la Administración catalana a permanecer en sus puestos. A los ciudadanos que defendieron las urnas en la famosa jornada del 1-0 les pidió mantener su rechazo ante la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución. Un valiente alegato cuando uno da órdenes desde la distancia.

Permanece la incógnita de si el hasta hace poco representante de todos los catalanes retornará a su república, pedirá finalmente asilo, o montará un Gobierno provisional en el exilio con los exconsellers que le acompañan. Y, por otra parte, ¿todo esto quién lo paga?

En cualquier caso, Puigdemont debe tentarse los machos. La juez Lamela lo ha citado a comparecer el jueves ante su juzgado en la Audiencia Nacional. Debería acudir al llamamiento de la Justicia porque de no hacerlo, lo cuente en las lenguas que lo cuente, eso tiene una traducción clara: se llama fugarse. Y aparte de las posibles consecuencias penales, está muy feo, señor Puigdemont.