Este 1 de octubre se ha escenificado la incapacidad política extrema de Mariano Rajoy Brey, el indolente. Su mayor activo es no hacer nada y luego, cuando las cosas se complican, que sean otros, los jueces, la policía o quien sea, que le resuelvan el incendio. Aunque las llamas hayan crecido en un problema cuya existencia primero negó.

Pero para este incendio, que toda Europa miraba de reojo, no valía esa falta de respuesta. Lo que era imprescindible era disponer de una cierta talla política, que no ha existido.

Lo que sí ha conseguido don Mariano es que sus seguidores incondicionales, esos que le van a votar haga lo que haga y que representan lo peor de la España cañí, nacionalista garrula,- esos que no han permitido dar ni medio paso adelante en la recuperación de la memoria histórica por el hecho de que tienen su propia memoria histérica-, se hayan refugiado en los mismos chinos donde Puigdemont compró sus urnas. Ellos compraron sus  banderitas para exhibirlas en contra del supuesto referéndum.

No caerán en el olvido porque han quedado grabadas en la retina de muchos,  escenas de la actuación policial, indescriptible, única respuesta que conoce la derechona cuando no quiere razonar porque no sabe. Escenas que llevan a hacer perder al ínclito presidente del PP  la batalla de imagen con la que quería superar la de putrefacción que muestra su partido.

La esperanza es que la luz se abra paso a través del túnel. Debe estar llegando el momento de que, de una vez por todas, la oposición se ponga de acuerdo y avance por un camino que encuentre otras configuraciones del Estado que permitan que todos quepamos con cierta comodidad.

Hay que repensar la democracia que, en esta época de crisis y recortes de Rajoy Brey y sus secuaces se queda corta y abre el riesgo de quedarnos de nuevo en una transición…hacia ningún lado.

Lo dijimos en su día en EL.PLURAL, la solución es poner el contador a cero, apartar a Rajoy Brey para que deje paso a la derecha política moderna de este país. Y que  le sustituya en la presidencia del Gobierno un Pedro Sánchez con altura de miras y apoyado por toda la oposición. No estaría de más que Carles Puigdemont y sus secuaces dejaran libres sus asientos.

Que empiece la partida del diálogo de nuevo, si es necesario con un referéndum pactado que no  sea un  órdago a lo grande del todo o nada. Porque existen posibilidades intermedias razonables.