Es increíble. Cantabria vive una de las peores sequías de las últimas décadas. Con los embalses al 30% de su capacidad, las reservas de agua están muy por debajo de lo que estaban el año pasado por estas fechas y a menos de la mitad de la media de los últimos diez años (65%).

Sin embargo, en la comunidad vecina, Asturias, los pantanos están al 80%: más o menos igual que el año pasado por estas mismas fechas y ocho puntos por encima de lo que marca la media de la década. Al otro lado de Cantabria, en el País Vasco, tampoco tienen problemas de agua y las reservas están prácticamente al día. ¿Cómo es eso posible?

Pues en primer lugar porque lo de la España verde y la España seca es un tópico que deberíamos olvidar para siempre. No hay nada más fluctuante e inestable que nuestro clima, por eso es tan difícil ejercer de meteorólogo en nuestro país, porque no hay un clima, sino 17, e incluso en cada territorio se subdividen en muchos otros. Y en segundo porque el cambio climático está poniendo los mapas del tiempo boca abajo. 

Es cierto que en las comunidades tradicionalmente secas la falta de lluvias ha agudizado todavía más el estrés hídrico que vienen sufriendo en los últimos años: la cuenca hidrográfica del Segura está al 17%, la del Júcar al 28% y la del Guadalquivir al 35%.

Pero en el noroeste, donde las precipitaciones han sido siempre mucho más generosas, la situación es extraordinaria. Y las previsiones de lluvias otoñales no son nada halagüeñas.

Según los expertos, las lluvias se van a mantener muy por debajo de la media en otoño, mientras que las temperaturas serán probablemente más altas

Según el pronóstico de los expertos, las lluvias se van a mantener muy por debajo de la media en otoño, mientras que las temperaturas serán probablemente más altas. Por todo ello haríamos bien en ir abandonando conceptos desgastados y empezar a asumir lo que señalan desde hace tiempo los investigadores del clima sobre los efectos del calentamiento global en la región mediterránea.

Según sus informes, las temperaturas medias van a subir aquí más que en otras regiones del planeta y las lluvias serán cada vez más irregulares, con largos y severos períodos de sequía seguidos de fuertes episodios de lluvias torrenciales. Nada nuevo para el clima mediterráneo, pero si más extremo.

La situación que atraviesa Cantabria es sorprendente por inesperada, pero no insólita. Ha ocurrido en otras ocasiones. Sin embargo, ello no debería llevarnos al engaño de pensar que lo que está cambiando es el tiempo en lugar del clima, porque tal vez no sea así.

Haríamos bien en contemplar la posibilidad de que este tiempo excepcional se torne habitual y darle respuesta con la única medida eficaz, la adaptación. Adaptar las explotaciones agrarias y ganaderas del noroeste al escenario climático que señalan los expertos.

Tomar medidas de prevención para garantizar el abastecimiento urbano. Apostar de una manera mucho más firme y decidida por un uso circular del agua basado en la recuperación de las aguas residuales. También en el norte, por supuesto. Porque lo de la España verde y la España seca puede estar pasando a la historia.