Hay una vieja teoría, acuñada desde la época clásica y luego asumida en parte por la filosofía “hippie” y la cultura New Age de los setenta, en la que militaron escritores como Michael Moorcock, Edgar Rice Burroughs-padre literario de Tarzán-, Ray Bradbury, o J.R.R. Tolkien, que puede apreciarse en su trilogía de “El señor de los anillos” en la contraposición del bien en armonía con la naturaleza y el mal desconsiderado con la misma, sobre la existencia de una consciencia planetaria. Le llaman la teoría de Gaya y, básicamente, como el mito de la diosa madre Gea, presupone que el planeta tierra tiene un alma y una consciencia universal. No deja de ser una teoría hermosamente literaria pero, lo cierto, es que no es la primera vez que observamos cómo, a pesar de las tremendas agresiones que sufre el planeta azul, éste se defiende como puede, sobre todo del llamado “Homo Sapiens”, el peor de todos sus depredadores y que, a menudo, hace poco honor a su cacareada inteligencia.

Uno de los adalides de la causa ecologista y contra el evidente calentamiento global, fue el ex vicepresidente estadounidense Al Gore, premiado hace unos años con el Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional. El jurado encargado de fallar el premio destacó entre los "grandes méritos" de Al Gore "su liderazgo" y "su decisiva contribución al progreso" en la búsqueda de soluciones a problemas del cambio climático que "hacen estrictamente necesaria la cooperación internacional". El presidente del jurado, Leopoldo Calvo Sotelo, fue el encargado de leer el acta en Oviedo en el que se resaltaba  de Al Gore, "un hombre público" que "con su liderazgo ha contribuido a sensibilizar a las sociedades y gobiernos de todo el mundo en defensa de esta noble y trascendental causa". El jurado incidió  en su acta que, al premiar a "un ciudadano tan destacado" pretende reconocer "también la labor de todas aquellas personas e instituciones que están trabajando en la misma línea".

En el mes de abril de 2007 se presentó en español, en la feria del Libro de Buenos Aires, en cooperación con la asociación Greenpeace,  el volumen Una verdad Incómoda, del flamante premiado, que había sido editada en inglés el año anterior. Se trataba de la publicación de las conferencias que dieron nombre al afamado y oscarizado documental, con un bellísimo despliegue de imágenes, y de útiles documentaciones sobre acuerdos internacionales, gráficos comparativos, y toda clase de información de gran utilidad y valor ilustrativo del problema. En esta presentación, el autor declaró:

“La evidencia científica es suficiente y contundente, vamos hacia una crisis global sin precedentes, las soluciones son conocidas, debemos reemplazar de manera urgente los combustibles fósiles por energías limpias y dejar de destruir los bosques en todo el planeta. Sin embargo, la inmensa mayoría de los dirigentes políticos y de las principales corporaciones de la energía continúan haciéndose los distraídos. La verdad es incómoda para una sociedad que es altamente dependiente del petróleo, es incómoda para muchos gobiernos fuertemente financiados por compañías petroleras.” Se reafirmó en su creencia de que“América va a cambiar, y que el mundo va a cambiar. No se deberá principalmente a las propuestas de los políticos, sino a que muchas personas llegarán a la conclusión de que no se trata de un asunto político, sino moral y exigirán a los políticos de todos los partidos que tomen medidas.”

Yo empiezo a dudar de que el actual presidente de los EEUU, el señor Donald Trump, sepa leer -dudo incluso de su pertenencia al género humano-, pero alguno de sus asesores debería pasarle el documental del que hablamos, y las imágenes de las actuales inundaciones catastróficas de Houston.

Entre las iniciativas ciudadanas están la de los artistas que bajo el título Live Earth, dieron en su momento un concierto planetario de 24 horas destinado a concienciar a la población de la necesidad de actuar contra el calentamiento global.  El primer recital fue en Australia y el relevo ya en Japón. "Oímos mucho hablar de cambio climático. Es un asunto que nos atañe a todos", dijo ante unos 10.000 espectadores reunidos en las afueras de Tokio la estrella japonesa Ayaka, invitada al concierto de la banda estadounidense de rock duro Linkin Park. Entre los participantes en Sidney, Shanghai, Hamburgo, Londres, Johannesburgo, Nueva York, Washington -que se añadió a última hora-, y Rio de Janeiro, el grupo australiano Blue King BrownMadonna, Shakira, The Police, Metallica, y el gurú de la música electrónica japonesa, Ryuichi Sakamoto, entre muchos otros. Esta iniciativa debería seguir repitiéndose, aunque sólo fuese por el poder de convicción de estas figuras de la música.  Esperemos que las canciones de las estrellas de la música y los premios internacionales sirvan para que la tierra se haga oír. De otra forma, acabaremos enterándonos por las bravas. No es la primera vez. Pregúntenle a los dinosaurios. Yo, de momento, amante del flamenco, he apuntado unas letras por alegrías, que se me ocurrieron cuando fue investido el actual impresentable, perdón, presidente, de los EEUU, y que llamé “Alegrías del Apocalipsis”: “Tiriti Trump, Trump, Trump; Tiriti Trump, Trump, Trump; Tiriti Trump, Trump, Trump…”