Barcelona, dijo Don Quijote, “es  archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades. Y en sitio, una belleza única".

Nací en esta Barcelona el 19 de noviembre  de 1945. Hacía dos meses que había acabado la segunda  guerra  mundial. Viví al lado del templo de la Sagrada Familia. Soy catalán y también español. Mi padre me llevaba al campo de futbol de Sarriá y también al de Les Corts.  Aprendí  así, que era bueno  ver y disfrutar de unos y otros y no sólo en el fútbol.

Por eso creo que Catalunya  y el resto de España deben caminar juntos, sin atizarse, como estaba pasando hasta ahora. Yo soy un periodista  jubilado, que continúa escribiendo  en EL.PLURAL de cuando en cuando. Vivo en Madrid y recupero muy a menudo la plenitud de mi ciudad natal.

Los yihadistas  nos han vuelto a recordar a ETA. Entonces, durante aquellos largos años de matanzas salíamos a la calle para que se nos oyera. Y, finalmente, lo conseguimos. Es por ello que todos los catalanes  deberíamos regresar juntos a aquel tiempo maravilloso, casi sagrado, de los Juegos Olímpicos de Pasqual Maragall. Porque juntos, Catalunya y el resto de España podremos ganar siempre.

Quienes han sido asesinados eran  ciudadanos inocentes que ejercían su derecho a ser felices. El terrorismo no discrimina ciudades, ni personas, ni tiene interés alguno en la felicidad de los otros; busca implantar su sinrazón. Como ha ocurrido en otras ciudades europeas, estos días la muerte se ha paseado por la costa de Tarragona, se ha mezclado con los puestos de flores de Barcelona, ha asomado a las paradas del Mercado de la Boquería y ha dejado una inmensa desolación entre cientos de familias y en el ánimo de todos los europeos.

Una tragedia de este calibre debería poner el reloj a cero en el tira y afloja entre el independentismo y los unionistas. Demasiado tiempo de peleas, el tira y afloja del referéndum, el no me das y yo te quito... Se ha perdido un tiempo muy valioso para trabajar con los inmigrantes, para incorporarles a nuestra vida cotidiana; un tiempo magnífico para prevenir y coordinar aún con más firmeza la seguridad.

Porque, ahora, todos lloramos juntos.