¿Qué es la virginidad? Es un concepto que me hizo pensar mucho, aunque pensar sea pecado, cuando era niña y adolescente. El mensaje que me llegaba constantemente desde diversos ámbitos, especialmente desde el ámbito religioso, claro, era algo así como: “Sólo se es una mujer buena si se es virgen”. Para mí, por tanto, era algo prioritario y, aunque ni sabía lo que era “ser virgen”, yo quería ser la mujer más virgen del mundo, lógicamente.

Aunque no lo entendiera ni supiera nada de hímenes, de pecados de la carne, de lujurias ni actos impuros, creía que eso de ser virgen debía ser algo fundamental e importantísimo, tanto como que la  mujer más virgen que ha existido era, y es, loada y admirada hasta la saciedad por el hecho de serlo. Y después supe, oh milagro, que era virgen aunque fue madre. Con lo cual el lío mental y conceptual lejos de esclarecerse en mi inquieta mente infantil, se embrolló mucho más.

El concepto de virginidad es, dicho muy grosso modo, un invento de las religiones e idearios mítico-esotéricos y represores como una herramienta de manipulacion y de castración de la libertad femenina. La capacidad de fecundación y de maternidad en la mujer fue en muchas culturas precristianas un don considerado divino y matriarcal. El arquetipo de la fecundidad, de la madre tierra, de la mujer como diosa y fecundadora pasó a disiparse a través del cristianismo que relegó con fuerza a la mujer a un lugar de sumisión y de indignidad, a través de su explicación mítica del mundo y de su dogmática misógina.

En realidad, es un insulto contra la mujer; es una herramienta de anulación de la dignidad femenina, aunque me costó llegar a entenderlo. Y nos cuesta entenderlo porque no es fácil ser inocente y entender que el mensaje es macabro y oscuro, y proviene de mentes macabras y oscuras que odian el amor y la libertad y expanden la represión y la negación del placer y de la felicidad. Nos ensucian con sus sucias mentes lo más hermoso y lo más natural de la vida. Reconozcamos que en las sociedades de raigambre judeocristiana todos o casi todos somos educados en la repulsa del placer, porque nos le venden como pecado. Sin embargo, es la represión la que genera perversión. La ecuación es matemática, y lo vemos constantemente con los casos del clero y la pederastia.  

El concepto de virginidad es un invento de las religiones como una herramienta de manipulacion y de castración de la libertad femenina

El pasado uno de agosto la catedral de Valencia acogió un acto en el que setenta mujeres de toda España renovaron su “voto” de virginidad; todas ellas mujeres pertenecientes al movimiento “Ordo Virginum-Vírgenes consagradas”, una organización católica, que algunos tachan de secta o microfascismo, cuyos objetivos principales supuestamente son defender y difundir la renuncia a la sexualidad femenina. Y se quedan tan anchos. Porque las funciones naturales se pueden gestionar, controlar, racionalizar, pero no se pueden ni se deben anular. ¿Cómo se atreven algunos a inducir a otros a renunciar a la sexualidad? La sexualidad forma parte de la vida afectiva de las personas, no es eso sucio que peciben algunos con mente sucia y que defienden la represión y, en consecuencia, la depravación que toda represión conlleva, aunque no se vea.

El cardenal arzobispo Antonio Cañizares fue el encargado de oficiar la misa, en la que ensalzó “el carisma precioso que encierra en sí la belleza de la persona que entrega todas las dimensiones de su ser para que la frescura del Evangelio brille en medio del mundo y en lo cotidiano cada día”. Resulta difícil asimilar este tipo de actos y este tipo de discursos basados en un dogmatismo radical e inhumano. Resulta difícil de digerir que seguimos rodeados en pleno siglo XXI de este tipo de manisfestaciones del pensamiento religioso tirano y fundamentalista, que constriñe a grupos de seres humanos a verdaderas cadenas psicológicas, emocionales e intelectuales.

Defiendo a ultranza la libertad de pensamiento de cada quién, por descontado. Pero me asustan este tipo de manifestaciones porque, en realidad, nos afectan a todos. Son gérmenes de fundamentalismo y de una radicalidad en sus posicionamientos y sus postulados del todo incompatibles con el pensamiento democrático, con los derechos humanos y con la libertad. Estos grupos y estos idearios son los que son afines a misas franquistas que añoran golpes de Estado, por ejemplo. Aun que, a decir verdad, me duele, como mujer, que algunas de mis congéneres continúen sometiéndose a esos postulados misóginos, machistas y castradores de la libertad femenina. Ante lo cual me vienen a la mente grandes “pecadoras” como Simone de Beauvoir, Anaïs Nin, Frida Kalho, Yourcenar o Georges Sand y me lleno de orgullo de ser mujer y me reconcilio con la condición femenina.