A estas alturas del mundo y de la historia humana es difícil atreverse a emitir afirmaciones categóricas sobre cualquier cosa de la vida. Nada es lo que parece, decía Cervantes; las buenas intenciones pueden contaminarse con facilidad; existe mucha manipulación en la información y existen muchos intereses creados que desvirtúan la realidad imponiendo un marco de apariencias prefabricado. Se frena el librepensamiento en la misma medida en que se alienta la ignorancia y la actitud inánime en quienes se creen las cosas sin cuestionarlas, de tal manera que medio planeta acepta como verdad las mentiras que se vierten en interés de algunos, creo que es fácil adivinar de quién.

Llevamos años, los españoles, recibiendo casi más noticias y opiniones mediáticas sobre Venezuela que sobre España, lo cual no parece ser una cuestión carente de significado. Un interés desmedido a todas luces por parte de la derecha, que parece obsesionada por solucionar las vulneraciones de los derechos humanos de ese país latinoamericano mientras cierra los ojos ante las vulneraciones, que no son “moco de pavo”, de los derechos humanos de los españoles.

Fechada el 31 de julio, el presidente de las Nuevas Generaciones del Partido Popular remitía una carta a los líderes juveniles de Ciudadanos y de PSOE instándoles a colaborar en “mantener la unidad política frente a la atrocidad y el atropello a la democracia, la libertad y los derechos humanos que está viviendo Venezuela”. A la vez, ha definido como “fraude electoral” el proceso de votación de la Asamblea Constituyente de Venezuela, un país que, insiste, “vive un golpe de Estado de su propio gobierno”. Diego Gago, a través de su cuenta en una red social, también ha acusado a Pablo Iglesias de ser “un aprendiz de dictador”, por ser “hijo político” de Hugo Chávez. En fin... ya sabemos cómo funciona la subjetividad de la derecha. Adoran los clichés y la contundencia de los falsos tópicos para adoctrinar a sus creyentes y votantes y para, a su vez, justificar su carencia absoluta de argumentos decentes, lúcidos y democráticos.

Gago habla en esa carta de democracia, de derechos humanos y de libertad; probablemente ignorando, u obviando, que las armas políticas del gobierno del partido político que defiende, nunca, ni en el pasado reciente, ni en el pasado lejano, ni en el presente, se han situado cerca de esas coordenadas ideológicas de las que habla, sino, precisamente, todo lo contrario. Probablemente Diego Gago ignora, u obvia, lo cual es más grave, que representa a las juventudes de un partido político que a día de hoy, cuarenta y dos años después de la muerte de un dictador que asesinó a muchos miles de españoles por ser demócratas, continúa sin condenar la sangrienta dictadura franquista. Por algo será. Y probablemente ignore, lo cual sería de juzgado de guardia, que España es un país que sigue sembrado por las cunetas de cadáveres de hombres y mujeres que defendieron la democracia, cadáveres que el partido político que representa se niega a devolver a sus familias y a dignificar.

La derecha parece obsesionada por solucionar las vulneraciones de los derechos humanos de ese país latinoamericano mientras cierra los ojos ante las vulneraciones de los españoles

Probablemente el presidente de las Nuevas Generaciones del PP ignora que la Ley llamada Mordaza que impuso el gobierno de su partido es una ley absolutamente tirana y dictatorial, que el New York Times calificó de Ley antidemocrática y afín al franquismo; ignora seguramente que no hace falta irse a Venezuela para saber de miles de muertos por las nefastas condiciones de vida promovidas por gestores políticos que trabajan para llenar sus bolsillos y no para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Que investigue cuántos miles de suicidios se han producido en España por la desesperación de quien pierde su casa por ser víctima de cláusulas abusivas y de fondos buitre gestionados por gentes de su partido. Que se informe de los miles de españoles muertos a causa de la sanidad tercermundista que ha instaurado su partido en este país. Que busque datos sobre los miles de millones de euros del dinero público de los españoles que están en manos de bancos de paraísos fiscales, o de bolsillos de corruptos de su partido. Que se pregunte por qué algunos que tienen tanto interés en hablar de lo que ocurre en Venezuela se llevan dinero sucio a, por ejemplo, Panamá.

No seré yo quien defienda ninguna vulneración de ningún derecho fundamental de las personas. Al contrario, defiendo los Derechos Humanos con uñas y dientes. Pero de lo que ocurre en Venezuela tiene mucha culpa la presión de la derecha neoliberal que quiere imponer en Latinoamérica su sello y su afán insaciable de poder sin dar tregua a gobierno alguno que luche contra el abuso y la desigualdad. No seré yo quien no condene ninguna muerte de ningún ser humano por la tiranía de nadie, ni seré yo quien defienda ningún régimen dictatorial, incluído el que asoló a este país durante cuarenta largos años.

Dictador, según la RAE, en su primera acepción significa, literalmente, “persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos y, apoyada en la fuerza, los ejerce sin limitación jurídica”; y, en su segunda acepción, “persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás”. Que el señor Gago busque también a aprendices de dictadores entre sus filas. No son difíciles de encontrar.