Al Partido Popular se le podrá acusar de muchas cosas –de hecho hay varios jueces repartidos por el país que lo están haciendo-. Pero si algo no se les puede reprochar es su capacidad para no repetir errores. Excepto por lo de la financiación ilegal. Bueno, y lo de los cohechos. Y lo de usar a las víctimas según les convenga.

Empecemos de nuevo. Está claro que el Partido Popular ha sabido mejorar su capacidad para conseguir que a su alrededor desaparezcan pruebas fundamentales. Sin ir más lejos, basta recordar el mal rato que pasaron los discos duros de Luis Bárcenas. Primero fueron formateados 35 veces, para eliminar todos los datos, en lo que en el argot informático se conoce como método Guttman. Luego, los discos duros fueron rayados, partidos y arrojados a la basura, lo que en el argot mafioso se conoce como “que parezca un accidente”.

El sistema, no vamos a negarlo, es efectivo, pero tiene sus defectos. Para empezar, en la oficina de un partido político no suele haber martillos y luego vienen los jaleos sobre quién o con qué caja se paga el ticket de la ferretería. Segundo, sea porque Bárcenas tenía en el ordenador su carpeta de “Cosas” (guiño, guiño) o su récord del buscaminas, corres el riesgo de que el propietario se rebote por el borrado y acabe llevándote a los tribunales. Lo que da mala imagen, sobre todo si te imputan a la única tesorera sin imputar que has tenido en los últimos meses. Y, por último, no vamos a negar que lo de destruir discos duros como si tuvieran el virus Zika es bastante sospechoso.

Cifuentes, que aunque se "haga la rubia" es muy lista, ha aprendido la lección de todo esto y a ella no le hace falta tirar de martillo. La presidenta de la Comunidad de Madrid es más de la escuela de Juan Tamariz y, tras el “chiananán” de rigor, los documentos desaparecen a su alrededor. Magia potagia, aunque no faltarán malpensados que sospechen de que el encargado de custodiar el papeleo de la Púnica sea, oh ironía, un imputado en la Púnica.  

Desaparecen los expedientes que probarían las supuestas presiones del número tres de Cifuentes, Jaime González Taboada, para adjudicar a donantes del PP. Desaparecen los contratos de Arpegio que también pondrían en aprietos a Francisco Granados. Desaparecen los contratos de publicidad de la Púnica

Son misterios sin resolver, que como mucho darían para unos minutos en la nave del misterio de Iker Jiménez, pero que no generan tanto escándalo como los discos duros convertidos en fosfatina. Hasta el punto de que los paladines de la lucha contra la corrupción, los chicos de Ciudadanos que sostienen al PP en el gobierno madrileño, se limitan a decir que le pedirán a Cifuentes que “mejore la seguridad”. Algo que es tan útil como hacer nudos a San Cucufato para que encuentre los documentos por amenaza genital.

A lo mejor somos unos mal pensados y este mes de agosto Cifuentes no se va a la playa para quedarse en Arpegio buscando los papeles perdidos de la Púnica. Seguro. Claro que sí. Ya lo verán.