Aún colean los ecos polémicos de las opiniones, más o menos serias, de ciertos intelectuales contra Gloria Fuertes en el año de su centenario, sobre las que me pronunciaré en otro momento. Sólo apuntar que, en esto de la misoginia, también intelectual, uno se lleva grandes sorpresas de donde y con quien salta la liebre. Aparco este particular por el momento para celebrar que, en su novena edición, los diecinueve miembros de la Junta de Gobierno de ACE Andalucía han decidido conceder, por unanimidad el IX Premio de las Letras Andaluzas “Elio Antonio de Nebrija” a la escritora gaditana DÑA. Pilar Paz Pasamar. Una autora que, como muchas otras, forman parte de ese universo fundamental de creadoras e intelectuales españolas, opacadas, aún hoy, por la nómina masculina de sus coetáneos.  La Asociación Colegial de Escritores de España –sección de Andalucía- reconoce con este premio la obra general de la autora nacida en Jerez de la Frontera (Cádiz), que, por su trayectoria profesional como escritora, de carácter excepcional, se ha hecho merecedora del reconocimiento de los escritores andaluces, poeta tocada por la magia de la palabra suma, vitalista, sensual, armoniosa, recamada de luz e intensamente human.

Corría el año 1951 cuando una jovencísima poeta de nombre Pilar Paz Pasamar, nacida en Jerez de la Frontera apenas 20 años antes, sorprendía el aterido panorama literario de la posguerra española con su primer libro: Mara. Precedido de un elogiosísimo prólogo de la escritora Carmen Conde, en el que decía de ella: “¿De dónde viene esta muchacha? Ha llegado a mí como si saliera de un grupo de amigas que aún cantan al amor en mi memoria. Ha preguntado por las cosas que para los poetas son ley, y ha escuchado reverente lo que se le contestaba desde la ley. Ha dicho sus poemas como si los respirara, y ha puesto su vida en afirmarse esclava de la gracia”.

 El impacto de este poemario de la que era casi una niña que hablaba con Dios, y de Dios, tan directa y duramente en sus poemas, conmocionó vivamente a maestros como Vicente Aleixandre, atentos a lo que luego se llamaría Generación poética del 50 y que se inaugura con este libro. Dice en uno de los poemas de esta primera entrega: “Tu peso duele mucho, y es muy grande/Tu fatiga de Dios sobre mi cuerpo”. Así, la muchacha Pilar, inicia una carrera literaria que la convierte en referente de mayores y compañeros de generación. De todos los atentos ojos posados en la prodigiosa nueva poeta, el más certero fue Juan Ramón Jiménez que llega a confesar sobre ella y su libro en la famosa entrevista de Ricardo Gullón: “Hay una muchacha, Pilar Paz Pasamar, que ha escrito un poema excelente, magnífico, sobre Dios. Entre los jóvenes poetas encuentro de vez en cuando cosas excelentes. Ese poema es una joya. Esa niña es genial.” Se refería al excepcional poema El Reclinatorio.

La escritora envía al exiliado Juan Ramón a Puerto Rico su libro, estableciéndose una relación epistolar de amistad que explica alguna de las aún no esclarecidas vinculaciones de los nuevos poetas con los maestros en el exilio. Juan Ramón tutela con el puente tendido de la amistad con Pilar Paz la revista gaditana Platero, proveyéndola de inéditos suyos y de otros autores como Rafael Alberti. Esto queda documentado en una de las cartas en la que el de Moguer dice: “Ahora estaré ya siempre al lado de ustedes, y a tu lado, porque tú estás sola de tu grupo en Madrid. Hoy mismo he echado una carta para los amigos de Cádiz, con la presentación que me pidieron para Rafael Alberti y anunciándoles el envío de trabajos nuevos para la revista. El primero, un prólogo que escribí para le edición española de París. Y ya no les dejaré mientras yo viva, repito”. Testimoniaría esta carta la importancia de Pilar Paz en el desarrollo de la Revista “Platero” y la precocidad de sus logros literarios y personales dentro de la rama andaluza de la Generación del 50 ya que, como señala el mismo Juan Ramón Jiménez, Pilar Paz ya era una escritora conocida en Madrid y campaba en solitario por sus respetos, mientras muchos de sus amigos gaditanos aún no habían dado el salto a la capital ni a la publicación.  

Pilar Paz Pasamar heterodoxa en sus conocimientos e inquietudes literarias, reclama para sí el peso de la trascendencia desde su primer poemario hasta el último, retomando el testigo de la tradición mística europea sobretodo en la figura de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. El premio Nobel, obsesionado con las reescrituras de Dios deseante y deseado y Animal de Fondo, encuentra en su madurez poética la interlocutora de esta búsqueda poética suya en la incipiente y joven poeta gaditana. Sus inquietudes sobre la divinidad encerrada en el ser humano, tan místicas y tan orientales, con el aliento de Tagore subyaciendo, percibe los ecos en estos primeros cantos de la poeta novicia Pilar Paz Pasamar.

En este juego intelectual y amistoso Pilar se permite incluso, en unas de sus cartas, llamar a Juan Ramón Jiménez “Dios” a lo que este le responde: “Le perdono su burla de llamarme ¡Dios! Y le rozo con las yemas de los dedos, Luzbel enemiga, sus sienes palpitantes de misterio, de encanto y de intensidad. Porque usted habla por las sienes, lo más sentido del cuerpo y lo más duro del alma”. Fallecido el inmortal Juan Ramón Jiménez, la poeta Pilar Paz Pasamar permanece fiel y en activo, desde su recogimiento gaditano, a esta indagación de lo infinito a través de la palabra poética. 

En pleno franquismo, fue ella, quien se atrevió a dar un Simposium sobre los poetas nicaragüenses de la Teología de la Liberación, no sin escándalo por ser mujer y escritora en la España del régimen, con quienes tenía gran vinculación personal y literaria, en especial con Mario Cajina Vega, pero también con Ernesto Cardenal, o coronel Urtecho. Sus libros, puntuales al torrente de su voz poética, han ido apareciendo sin grandes alharacas publicitarias, con el peso de quien sabe el trabajo honesto y bien hecho presentes para los que profundizan en las raíces de nuestra poesía, a lo largo de décadas Con la madurez de hoy, y la fuerza de siempre, en sus versos aún late aquélla niña que hablaba con Dios.