Estamos a punto de celebrar el cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas celebradas en España después de la larga y negra noche de la dictadura fascista impuesta por Franco. Una dictadura impuesta a sangre y fuego por Franco tras su criminal victoria en la incivil guerra civil. Una guerra desatada con el único objetivo de acabar con la democracia parlamentaria de la Segunda República y todos sus avances en derechos y libertades, para pasar a imponer un régimen tiránico de represión y terror que se prolongó incluso hasta después de la muerte del dictador, el 20 de noviembre de 1975.

Solo después de aquellos primeros comicios democráticos celebrados el 15 de junio de 1977 comenzamos a vivir ya en libertad. Pero no sin sobresaltos constantes, a menudo con víctimas mortales provocadas por todo tipo de terrorismos –el de Estado, el de supuestos y reales grupos parapoliciales o bandas ultraderechistas, el de ETA, GRAPO y FRAP, y también el de otras organizaciones ultraizquierdistas más o menos importantes, en especial en el País Vasco, Cataluña, Galicia, Madrid, Canarias…-, ni sin otros sobresaltos aún más graves causados por sucesivos intentos de asonadas militares golpistas, cuya máxima expresión fue el afortunadamente frustrado intento de golpe del 23 de febrero de 1981.

Antes de todo esto, el 25 de abril de 1974, Portugal vivió un golpe de estado militar insólito, democratizador y prácticamente incruento. La “revolución de los claveles”, llevada a cabo por el Movimiento de las Fuerzas Armadas apenas sin intervención ni participación de civiles, acabó de un plumazo con la dictadura salazarista, iniciada en 1926 con el “Estado Novo” y que Marcelo Caetano intentó perpetuar sin éxito a la muerte de Salazar.

Quienes tuvimos el privilegio y la suerte de poder vivir en primera línea aquella revolución pacífica durante los primeros meses de la renacida democracia portuguesa, hasta más allá de las primeras elecciones libres celebradas el 25 de abril de 1975, pudimos comprobar cómo se desmontaba un régimen tiránico, se iniciaban importantes políticas sociales y de derechos y libertades, y se procedía a un rápido y eficiente proceso de descolonización en Angola, Cabo Verde, Mozambique, Guinea-Bissau, Timor Oriental, Macao…

En aquellos primeros tiempos del Portugal democrático hizo fortuna un slogan publicitario de promoción turística: “Portugal, tan lejos y tan cerca”. Desde entonces han pasado muchos años. Más de cuarenta años. Casi tantos como estos 40 años de democracia que en España comenzamos a construir a partir de aquellas primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977.

Incluso ahora en España podemos seguir diciendo, por desgracia, aquello de “Portugal, tan lejos y tan cerca”. Porque en Portugal hay un Gobierno socialista presidido por António Costa, que gobierna con un sólido y muy estable apoyo en la Asamblea Nacional de los diputados de su propio partido, el socialista, y de los de las otras dos formaciones de izquierdas, el Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista. Un Gobierno socialista que ha sabido superar los graves efectos de la crisis económica y financiera global sin renunciar a desarrollar con eficiencia políticas sociales progresistas.

Mientras escribo este artículo contemplo en televisión el debate de censura que Unidos Podemos ha planteado contra Mariano Rajoy. No puedo dejar de preguntarme cuáles fueron de verdad las razones por las que quienes ahora pretenden desalojar a Rajoy de la Moncloa se negaron a dar sus votos al socialista Pedro Sánchez en su intento de investidura como presidente del Gobierno. Entonces pudieron pero no quisieron. Ahora quieren pero no pueden. ¿Llegará el día que puedan y quieran?

Lo dicho: “Portugal, tan lejos y tan cerca”.