Hubo un tiempo no muy lejano en que Luis Bárcenas no era el Bárcenas de hoy en día, ni tampoco el del pasado. Un Bárcenas que enlaza ambas versiones y que existió durante poco tiempo, durante el 2013. Es el Bárcenas que, quizás por el calor del verano de aquel año, parecía que quería tirar de la manta y protagonizar un destape que habría hecho saltar por los aires los cimientos de Génova.

Hablamos del mes de julio de 2013, cuando el juez instructor del caso Gürtel, entonces un Pablo Ruz que hoy juzga casos de faltas en Móstoles, toma declaración a Luis Bárcenas. El extesorero del Partido Popular relata cómo había pactado ser discreto y simular su marcha del partido a cambio de “seguir teniendo el coche y el conductor” y un despacho “que Javier Arenas me dice que me vaya a la planta suya, la tercera, y así estamos cerca”.

Una confesión que empequeñece frente a otra de las bombas que Bárcenas soltó en la Audiencia Nacional, cuando relató como “en el mes de marzo de 2010 aproximadamente” cogió el saldo restante de la Caja B del Partido Popular y lo dividió de forma salomónica: “los 25.000 que le entregué al presidente, en su propio despacho, y los 25.000 de María Dolores de Cospedal en el despacho de ella en el Senado, que era contiguo al mío”. Es una de las muchas perlas que Bárcenas soltó contra Rajoy, que están recogidas y ordenadas en la web de Los Genoveses.

Pero el tiempo ha pasado y, pese a que el mercurio supera los 30 grados en Madrid estos días, Bárcenas ha preferido seguir arropado bajo la manta. O, utilizando otro término, ha optado por “ser fuerte”, como le pidió Rajoy vía SMS. Él no lo ha querido confirmar este lunes a preguntas de los periodistas, pero su mujer, Rosalía Iglesias, sí ha usado la fórmula. “¿Le va a recomendar a Rajoy que sea fuerte?”, le han preguntado los periodistas. “Todos somos fuertes”, ha respondido ella con claridad.

Hay varias pistas que apuntan a que Bárcenas habría moderado su agresividad contra sus antiguos jefes y el partido que le estuvo pagando un “finiquito en diferido” incluso cuando ya le habían despedido. La primera de ella, y la más reciente, es su única manifestación este lunes, cuando a la salida de la Audiencia Nacional, ha señalado que le parece un “despropósito” que Mariano Rajoy sea llamado a declarar como testigo. Podía haber optado por mantener su silencio, como ha hecho con las demás preguntas de los periodistas, pero sólo lo ha roto para criticar la decisión de los jueces.

Otra pista, también reciente, es la grabación realizada en el despacho de Ignacio González, dentro de la Operación Lezo, en la que el expresidente de la Comunidad de Madrid le contaba al exministro Eduardo Zaplana que había hablado con el abogado de los alcaldes del PP imputados en la Gürtel, quien le había confesado que Bárcenas había llegado a un acuerdo para “no decir nada de Mariano”. Esta es la conversación íntegra:

“Éste [el abogado] a mí me llama y me dice: el ex alcalde de Majadahonda va a declarar, ha llegado a un pacto con Bárcenas. Entonces Bárcenas le ha dado alguna información, que puede utilizar, sólo hay un…que no puede decir nada contra Mariano”.

Otra de las pruebas la dio Bárcenas, en enero de este año, cuando le tocó declarar en el primer juicio de Gürtel, el que afecta a la etapa de 1999 a 2005. De repente, Bárcenas se convirtió en el portavoz de la teoría de la expulsión de Correa, aquella demostrada mentira de que Mariano Rajoy expulsó de Génova al cabecilla de la Gürtel como hiciera Jesucristo con los mercaderes del templo. Bárcenas aseguró ante los jueces que recibió de Rajoy "la instrucción de que hay que prescindir de los servicios de Correa y Correa no vuelve a entrar en el partido". El hecho de que Correa siguiera realizando actos para el PP, como un mitin del propio Rajoy en Valencia, quedó obviado por este nuevo Bárcenas.

Uno de los casos en el que la relación de Bárcenas con el Partido Popular ha sido más tormentosa es aquel que investiga el borrado y destrucción de los discos duros del extesorero. Había caso, porque la jueza veía “delito de daños informáticos” y de “encubrimiento”. Pero una buena mañana de septiembre de 2016, cuando los calores del verano se apagaban y se hacía necesaria la manta, Bárcenas presentó un escrito en el juzgado en el que retiraba la demanda. El extesorero señalaba en la petición que “nadie me ha pedido que retire la demanda. Ha sido una decisión personal dado que no tengo recursos económicos”. Excusatio non petita, accusatio manifesta, diría alguno.

 Pocos días después, en octubre de ese año, todavía con más frío, el Partido Popular y Luis Bárcenas, junto a otros de los acusados más destacados, fueron de la mano para reclamar la nulidad total del juicio Gürtel. El PP pedía entonces que se le eliminara el honor de ser partícipe a título lucrativo, echando las culpas a sus hermanos pequeños, los grupos municipales del PP en Majadahonda y Pozuelo de Alarcón, quienes fueran “los que en todo caso deberían ocuparla”.

Todos estos mimbres dan credibilidad a la conversación de Ignacio González y a esa teoría de que habría un pacto con Bárcenas para no salpicar a Rajoy ni al Partido Popular. Ya saben, aquello de se non è vero è ben trovato. ¿Qué ganaría Bárcenas con esto? Pues es difícil de saber porque tanto él, como su esposa, aunque en menor medida, parecen tener ya adoquinado el camino a prisión. Pero es el Gobierno quien tiene el poder sobre la política penitenciaria, y la posibilidad de hacer la vida más fácil a un reo… por no hablar de la prerrogativa del indulto. Pero eso ya es política ficción y da para otra pieza…