Otra vez un escándalo de políticos enriquecidos de forma ilícita. Casi todos por desviar contratos públicos a quien no debían o por hinchar pagos que no debían o, simplemente, por enriquecer a alguien al que no debían. Y siempre recibiendo a cambio un dinero que no debían.

La Justicia está empezando a despertar y los políticos corruptos de estos años van a ver cómo su enriquecimiento incorrecto se empieza a castigar. Todos debemos felicitarnos.

Pero nada de todo esto es nuevo. Aquí, en España, hay muchas personas que están disfrutando de una riqueza que consiguieron de forma ilegal porque alguien les premió por concederle algo. Y esto ha sido así desde la Transición. ¿Se acuerda alguien de que el tesorero de AP, señor Naseiro, paseó por los Tribunales, al inicio de la Democracia, hasta que alguien dijo que había prescrito no sé qué?

Nada de esto que ahora nos indigna es nuevo. Y nada de esto se terminará hasta que se condene seriamente a los que pagan.

En España, hay muchas personas que están disfrutando de una riqueza que consiguieron de forma ilegal

Hay que castigar al político que cobra por cobrar a sabiendas que una decisión no es justa, pero hay que castigar (por lo menos igual) a una persona o una empresa que le paga a sabiendas que está intentando forzar una decisión.

Que nadie se engañe: no hay manera de evitar la corrupción mientras no se castigue a los corruptores.

¿Alguien sabe quién pagó a unos diputados socialistas para conseguir que Esperanza Aguirre saliera elegida presidenta de Madrid por incomparecencia de dos comprados? Nadie. ¿Esperanza Aguirre investigó algo sobre el asunto? No. Y ahora llora sobre la imagen de unos amigos (cómplices con ella) del silencio sobre la clave de su elección: ¿quién pagó?

Me encanta la ola de justicia que inunda a todos los partidos de la oposición al PP. Está muy bien. Pero así no se regenera la vida pública.

La política española se regenerará cuando se lleva a la cárcel a los que pagan al mismo tiempo que los que cobran.