Estamos regando las plantas de casa por encima de sus necesidades, y de las nuestras. Cuando llega la primavera el volumen de agua destinado al riego de las macetas supone una considerable partida en los hogares que disponen de ellas. Sin embargo, buena parte de ese consumo de agua supone en realidad un despilfarro, un derroche de agua que, además, tiene consecuencias fatales para las propias plantas.

Aunque pueda resultar sorprendente para muchos lo cierto es que la causa de muerte más común entre las plantas cultivadas en maceta es el exceso de riego y no la falta. Por eso el primer consejo a tener en cuenta es el de dejar que las plantas beban el agua que necesiten en lugar de ahogarlas día tras día a golpe de manguera o de regadera. Para ello lo más adecuado es colocar un plato hondo debajo de cada tiesto y regar cada planta desde él: llenándolo en función de las necesidades de cada variedad.

En este apartado, el de las variedades que vamos a cultivar, ya sea en tiesto o en parterre, está la clave para ahorrar agua de riego. Lo que debemos hacer es optar por las especies que mejor se adaptan al entorno y el clima de nuestra casa y no por nuestras favoritas. Si vivimos en una localidad del norte, con un régimen elevado de lluvias podemos permitirnos el lujo de plantar hortensias, pero si vivimos en un municipio del sureste peninsular, con una pluviometría escasa y un ambiente seco, lo más sensato es optar por plantas aromáticas, crasas y de hoja perenne, que son más resistentes al clima y necesitan menos agua. Es lo que en jardinería se ha dado en llamar verde sostenible.

Si no disponemos de un sistema de riego automático y nos vamos a ir de vacaciones, como por ejemplo esta semana santa, en lugar de recurrir al famoso sistema de colocar todas las macetas en la bañera con dos dedos de agua, lo que provoca el encharcamiento y la putrefacción de las raíces, es mucho mejor situar un cubo de agua en un nivel superior para, agrupando los tiestos debajo, colocar unos cordones gruesos de algodón (muy importante) en el fondo del cubo y hundirlos en la tierra de las macetas para que actúen como goteros: de ese modo la planta solo tomará el agua que necesite y no se ahogará.

Otra  técnica basada en el mismo principio de capilaridad consiste en llenar hasta arriba uno de los senos del fregadero de la cocina y situar una bayeta grande de fieltro en la parte exterior sumergiendo uno de sus extremos en el agua. Después ponemos las macetas (sin plato) sobre la bayeta para que puedan beber por la parte baja del tiesto.

También podemos acumular botellas de agua vacías y, tras rellenarlas, las tapamos y hacemos un pequeño orificio en el tapón con la ayuda de un pequeño punzón o una aguja de hacer ganchillo. Ojo: el agujero no debe ser muy grande. Luego clavamos la botella por la parte del tapón en el tiesto, comprobando que se sujete firmemente. De ese modo la planta irá bebiendo poco a poco hasta que se acabe la botella.

Aunque el mejor método para asegurarnos de que las plantas disponen del agua necesaria y no acabamos ahogándolas es sustituir los tradicionales tiestos por las modernas hidrojardineras: un tipo de macetas con una rejilla separadora que incorporan un depósito de agua en el fondo. El sistema es parecido al de los cordones de algodón: la planta bebe de unas mechas conductoras que están sumergidas en el depósito. Una boya con un indicador ubicado en la superficie del tiesto nos dice cuando se ha acabado el agua y hay que volver a llenar el depósito. El problema de este tipo de jardineras, muy eficientes, es que no acostumbran a ser baratas.