La ciudadanía catalana presencia con creciente asombro y perplejidad el complicado desarrollo del proclamado como “proceso de transición nacional”. Con “hojas de ruta” cambiantes a cada momento, lo cual es ya un indicador del rumbo errático del movimiento secesionista, en Cataluña llevamos ya demasiados años perdiendo el tiempo sin que se atisbe una posible solución a un conflicto político de una enorme envergadura. Un conflicto institucional, económico, territorial, cultural y sobre todo social, al que ni el Gobierno de España presidido por Mariano Rajoy ni el Gobierno de la Generalitat presidido ahora por Carles Puigdemont y antes por Artur Mas parecen dispuestos a buscar y encontrar alguna solución razonable.

La situación política catalana actual es de bloqueo absoluto, con todo cuanto esto tiene de hipoteca o rémora para la gestión de los problemas reales de la ciudadanía. Un bloqueo del que son corresponsables a partes iguales ambos gobiernos, porque tanto el uno como el otro plantean condiciones previas innegociables que la otra parte no puede en modo alguno asumir, como mínimo al principio de una negociación.

El Gobierno de España, sea o no del PP y lo presida o no Rajoy, jamás podrá aceptar la convocatoria legal y acordada de un referéndum, aunque sea de carácter consultivo, en el que la ciudadanía catalana asuma una soberanía que la Constitución de 1978 otorga al conjunto de los ciudadanos españoles. Por su parte el Gobierno de la Generalitat -al menos mientras esté en manos de dos partidos independentistas como la antigua CDC, ahora PDECat, y ERC, con el apoyo parlamentario de una formación antisistema como la CUP- no puede renunciar a su reivindicación de referéndum secesionista sin renunciar también a su misma razón de ser.

Los dos gobiernos saben que más pronto que tarde deberán abrir una negociación. Una negociación sin condiciones previas innegociables. Una negociación que muy bien podría pasar por esa tercera vía que Miguel Herrero de Miñón viene propugnando desde hace ya muchos años, con la aprobación de una adicional a la Constitución vigente que reconozca la identidad de Cataluña, fije un justo sistema de financiación de la Generalitat y asuma la realidad plurinacional, y por tanto plurilingüística y pluricultural de España, que han apoyado repetidamente algunos dirigentes del PSOE, como ha vuelto a hacer hace poco Ramón Jáuregui.

Lo que no conduce a ningún lugar es el mantenimiento de esta actual situación de bloqueo. Mucho menos aún las actitudes numantinas y cerriles de los radicales de ambas partes, que no hacen más que retroalimentarse una y otra vez.