Ciudadanos se enfrenta a una situación crítica, externa e internamente. La repetición electoral ha dejado sobre el papel que su estrategia de virar hacia la derecha para conseguir auparse como proyecto líder de la oposición, destronando a Pablo Casado y al PP, no ha gustado entre su target de electores.

Los naranjas cosecharon el mejor resultado electoral de su historia el 28 de abril, pero las decisiones aprobadas a golpe de orden del oficialismo a partir del día 29 han lastrado su proyección, provocando dimisiones en cadena y desequilibrando a un partido que caminaba seguro en la moderación.

Sus pactos con el PP a nivel autonómico y local hicieron que el organigrama de los naranjas fuese más abultado, cosechando puestos de responsabilidad y aumentado su implantación territorial. Juan Marín posaba ante la foto con Juanma Moreno mientras el juez Serrano pasaba la factura, Isabel Franco se reunía con Fernando López Miras mientras desde Madrid Vox pedía a sus diputados autonómicos que resistiesen e Ignacio Aguado, uno de los líderes más criticados internamente (las sospechas de su financiación ilegal todavía le persiguen), apuraba los tiempos mientras tomaba café con Rocío Monasterio en hoteles alejados de las cámaras.

Pese al secretismo y los ímprobos esfuerzos por negar la evidencia, personas cercanas a Albert Rivera confirman a ElPlural.com que la decisión, pese a ser refrendada por el Comité Ejecutivo de Ciudadanos, no fue bien recibida. Eran muchos los que cedieron al estar en minoría, pero ahora ven la oportunidad de emprender un nuevo rumbo si el líder de Ciudadanos cae en los comicios.

Tal y como ha informado este medio a lo largo de las últimas semanas, un motín se está orquestando internamente. Sin decirlo abiertamente, el propio Rivera ha dejado en alguna ocasión la puerta abierta a salir si la caída es tan abrupta como marca la demoscopia (hay algunos informes que los colocan por debajo de ERC).

Pero esta no sería la única decisión que habría que adoptar. Además del relevo (Arrimadas, Garicano y Roldán suenan con fuerza), la hoja de ruta se someterá al plebiscito interno. Pesos pesados de la estructura lo tienen claro: si se pierde, es por culpa de los pactos con la extrema derecha.

Por ello, el viraje a la derecha será de nuevo sometido a la mesa de votación, a fin de retornar al centrismo y marcar el discurso en los próximos años aunque esto suponga perder gobiernos. Un parche fijado a destiempo para ocupar un espacio abandonado.