Por más que Trump tenga a los laboratorios chinos en el punto de mira y algunos británicos a las torres de 5G, por mencionar solo un par de las teorías conspiradoras que han surgido en torno al origen del COVID-19, la ciencia apunta a que la enfermedad es zoonótica, esto es, el SARS-CoV-2, el virus que la causa, ha llegado al hombre tras un largo periplo cambiando de forma y saltando de animal en animal, hasta alcanzarnos. Y todo indica que, como huéspedes, le hemos facilitado mucho el viaje, porque el cambio climático podría haberle servido de pasaporte. Hablamos de ello con Luis Suárez, Coordinador de Conservación en WWF España.

Hace tiempo que los científicos vienen advirtiendo de que una zoonosis podría alcanzar las dimensiones que estamos viviendo. Las zoonosis existen desde siempre. La más conocida de la historia es la peste bubónica, una infección que provoca una bacteria que se transmite a partir de las pulgas de las ratas. Son enfermedades que están presentes en la naturaleza, y cuando se conserva un entorno en el que ésta se mantiene equilibrada en todos sus componentes, el sistema permite que el impacto se diluya, el propio efecto se conoce como dilución. Es poco probable, así, que se produzcan saltos de enfermedades desde los animales al ser humano. Lo que pasa es que al destruirse un hábitat, por ejemplo una selva, que troceamos y parcheamos, desaparecen especies y ejemplares de animales, y se alteran los equilibrios. Además, llegamos al último rincón de esa selva y conectamos e interactuamos con animales que estaban inmersos allí. Eso es un elemento que hace que las zoonosis sean más frecuentes. Otro elemento clave es el tráfico de especies. En esta misma escena, en esa selva cuyo tamaño hemos menguado, capturamos animales de su entorno natural, los transportamos de mala manera en cajas, los llevamos al mercado, allí se mezclan con animales domésticos, vivos y muertos, con personas de por medio… Así también se propician los contagios, y los porcentajes de zoonosis se elevan muchísimo. De esta manera, si hace unos 40 años en torno al 70 por ciento de las enfermedades humanas eran zoonóticas, esto es, tenían un origen animal, en los diez últimos años, con estas alteraciones de los ecosistemas, el porcentaje ha crecido al 75 por ciento. La destrucción de hábitats y el tráfico ilegal de especies favorecen zoonosis como el COVID-19.

La OMS habla de una enfermedad X, a modo de advertencia de lo que puede ocurrir: una pandemia de proporciones casi bíblicas con mucho más impacto que el que ha tenido el COVID-19"

Su organización, WWF, ha pedido el cierre de los mercados ilegales de animales. Es algo fundamental. No podemos tener esos mercados, donde se mezclan animales salvajes y domésticos en condiciones lamentables, y el origen de muchos de los animales con los que se trafica en ellos es ilegal, están traficados entre países de manera ilegal. Presentan un doble problema, de salud y de conservación de especies. Hay que cerrar los mercados ilegales en el sentido de perseguir todo mercado ilegal de animales.

Hemos vivido otras crisis sanitarias recientes también vinculadas a un virus procedente de un animal, pero no con las dimensiones actuales. El problema es que muchos de estos virus no se conocen, no están registrados. Conocemos una parte muy pequeña de los seres vivos que hay en el planeta: hay entre cinco y seis mil virus identificados, pero en realidad existen entre un millón y medio y dos millones. Y transmiten enfermedades que tampoco están diagnosticadas. Ahora estamos entrando más en contacto con ellos. Hay dos coronavirus parecidos al que sufrimos actualmente: uno, el MERS-CoV, que se transmitió desde los dromedarios, y otro, el SARS-CoV. Pero no tuvieron el recorrido que ha tenido el nuevo coronavirus en cuanto a contagios. Pero la OMS (Organización Mundial de la Salud) tiene clasificadas 200 enfermedades zoonóticas, y a mí, una de las cosas que más me ha impactado de sus últimas investigaciones, es esa famosa enfermedad X que ha incluido en el listado como hipótesis, a modo de advertencia de lo que puede ocurrir, para que tomemos las medidas de prevención: sería una pandemia de proporciones casi bíblicas con mucho más impacto que el que ha tenido el COVID-19. Si esta ya ha demostrado que nuestros sistemas no funcionan, imagínate una enfermedad con la tasa de mortalidad del ébola, que estaba en torno al 90 por cien, y la tremenda velocidad a la que se transmite el nuevo coronavirus. Lo que se viene a decir con estas evidencias científicas es que si alteramos la salud del planeta, nosotros también enfermaremos.

El pangolín es el mamífero más traficado del mundo"

El cambio climático también provoca que algunas especies migren a destinos a los que hasta ahora no iban, y pueden ser vehículos de virus desconocidos allí. Sí, el cambio climático tiene tres efectos: uno, directo, porque los periodos de altas temperaturas tienen un efecto negativo en la salud de forma directa. Y dos son indirectos: uno, el deshielo, tanto de glaciares como del permafrost​, la capa de suelo permanentemente congelado de las regiones muy frías o periglaciares; cualquier estructura de hielo tiene bolsas de aire, y ahí pueden conservarse virus y patógenos que se liberan al descongelarse, y así se libearan a la atmósfera y entran en contacto con el ser humano. Esto no es ciencia ficción, ha ocurrido en un glaciar chino que se deshizo hasta capas profundas y donde se detectaron hasta 33 virus de los que 28 eran totalmente desconocidos para el hombre. Y, por otro lado, al incrementarse la temperatura, especies tropicales de aves y mosquitos emigran al Norte; por ejemplo, aquí tenemos ya el mosquito tigre, mezcla de especies invasoras con efectos del cambio climático, y también es el caso del mosquito que transmite el dengue, que se está expandiendo a América del Norte gracias a que las nuevas condiciones climáticas que se están registrando allí ahora les permiten reproducirse, y así son vectores o portadores de estas enfermedades.

Se está demonizando al murciélago como portador de un montón de virus que transmite pero no padece. Si no entras en contacto ni interactúas con los animales salvajes, no te transmiten ningún virus. Se está hablando mucho del pangolín, que podría ser un transmisor intermedio del nuevo coronavirus, aunque no hay certezas absolutas: pues bien, se trata del mamífero más traficado de todo el mundo, se calcula que se matan al año unos 100.000 pangolines para usar sus escamas o disfrutar de la carne, sobre todo en Asia. Y su comercio cada vez es más global, porque en los países asiáticos las cuatro especies que existen de este animal están en extinción, y ahora los van a buscar a África. Es un mercado brutal donde los pangolines son las víctimas. Un descontrol con efectos en las especies y la salud.

Se habla de una suerte de Plan Marshall para la reconstrucción de la crisis social que viene asociada a la crisis sanitaria, y que este contenga un Green Deal, con políticas verdes transversales a todo el planteamiento. ¿Cómo deben ser esas medidas? Lo primero, debemos trabajar a favor de una economía verde. Seguir el camino ya iniciado de descarbonizarla, trabajar a favor de las energías alternativas, y depender menos de los combustibles fósiles. En este sentido, no puede producirse ningún paso atrás. Otro elemento importante es cómo utilizamos los subsidios de la Unión Europea: la PAC (Política Agrícola Común) no debe invertir en el modelo de agricultura intensiva, que es excesiva en consumo de agua o pesticidas. Debe apostarse por una agricultura y ganadería más respetuosas con el medio ambiente. También se han de buscar nuevas fuentes de empleo verde, impulsar las nuevas tecnologías, y fomentar nuevos modelos de transporte y construcción, hacer casas más sostenibles, que requieran menos energía. Además, debemos procurar la conservación del patrimonio natural: España es uno de los países más ricos en biodiversidad de toda Europa, hay que mantenerla y recuperar lo perdido. No podemos volver al modelo de la construcción y el ladrillo. No podemos hipotecar nuestro futuro.