Hay lugares de la naturaleza que nos parecen más importantes que otros. Por su belleza o su accesibilidad, se convierten en reclamos turísticos. Y todo lo que allí ocurre parece más importante. Por eso, por ejemplo, un vertido en las cataratas del Niágara tiene mayor cobertura informativa que los cientos de sucesos similares que cada día tienen lugar en cualquier río de África.

¿Petróleo en Niágara?

Es lo que ocurrió esta semana. Una enorme mancha negra avanzaba por el agua justo bajo las míticas cascadas en la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Enseguida saltaron las alarmas. Cabría preguntarse si por la preservación del entornos natural. O más bien por la posibilidad de la pérdida de los millonarios ingresos que supone este potente reclamo turístico mundial. Finalmente, la cosa no fue tan grave. Pero sí que fue desagradable. El vertido negro procedía de los filtros de las depuradoras cercana. En los rutinarios trabajos de limpieza se derramó en carbón que se utiliza para eliminar los contaminantes de las aguas del río. Eso provocó una gran mancha negra. Y sobre todo, una gran pestilencia en toda la zona.

El peor momento

Las autoridades se apresuraron a tranquilizar a los habitantes de la zona y sobre todo a los turistas. Les aseguraron que el vertido confían sólidos nocivos y restos de carbono pero dentro de los límites permitidos. Aclararon que no había presencia alguna de petróleo u otro tipo de disolvente. Sin embargo, los responsables de servicios y establecimientos turísticos han mostrado su enfado. No entienden cómo puede permitirse realizar ese vertido y más en esa zona. Y sobre todo que se haga en fin de semana, los días de mayor afluencia de turistas a la zona. De hecho, están planteándose presentar una reclamación civil aduciendo la pérdida de ingresos que sufrieron cuando muchos turistas decidieron irse de la zona, huyendo sobre todo del mal olor.