Uno de los conceptos clave de estos inicios del siglo XXI es la sostenibilidad. Esta cuestión que nos tiene tan preocupado, entre el galopante aumento de la población y lo limitado de los recursos que necesita, cada vez en mayor medida, para subsistir. ¿Pero es eso cierto?

Hay quien empieza a introducir un elemento corrector en ese cálculo. Autores que afirman que no solo la población no seguirá creciendo si no que, a largo plazo, la especie humana puede verse comprometida por la bajísima natalidad. Ahora mismo parece una locura, pero algunos datos los avalan.

Los investigadores canadienses John Ibbitson y Darrel Bricker acaban de exponer esta innovadora teoría en su trabajo llamativamente denominado El Planeta Vacío. En esa obra defienden nada menos que el “shock del descenso de la población mundial”.
 

Culpa de la mujer ¿o del hombre?

Su teoría, a aparte de un importante despliegue de datos, tienen algunos puntos de sentido común. En las sociedades occidentales, la tasa de natalidad está bajando hasta reducirse a menos de un hijo por mujer. Consecuentemente, en muchos de estos países, muere más gente de la que nace. Así las cosas, estiman que países como Portugal pueden haber perdido nada menos que la mitad de su población en 2060. 

Pero no hace falta hacer estimaciones a tanto plazo. Ya en Japón el descenso de la población es algo preocupante. En solo media década hay medio millón menos de japoneses en el planeta.

En por qué se produce este fenómeno es en lo que hay discrepancias. Frente a los autores, que defiende que el empoderamiento de las mujeres, su mayor acceso a la educación y al trabajo, está retrasando la edad a la que tiene el primer hijo, y el número de los que tienen; están los que defienden que lo que sucede es que el hombre no está ocupando el lugar que le correspondería en las labores de cuidado y cría. 

Y una tercera vía que apunta a las políticas gibernamentales, que no inciden con la valentía necesaria en políticas de conciliación.