Lo único positivo de este tipo de sucesos es que nos dan la escala de a qué nos enfrentamos. El año pasado, una prueba nuclear norcoreana derrumbó una montaña. Así como suena.

Seis explosiones

Es lo que ahora ha hecho público un informe publicado en la revista Science. Los efectos de las seis explosiones nucleares subterráneas con las que el régimen de Kim Jong-un comprueba cómo va su programa nuclear al mismo tiempo que muestra músculo, es un decir, ante Estados Unidos y resto de potencias.

Para ello no es sorprendente que no repare ni en la orografía de su país. Las ondas sísmicas generadas por las explosiones aún no han podido ser determinadas un año después. Lo que sí tienen claro los expertos extranjeros es que el Monte Mantap se vio abajo después de una de estas explosiones.

Diez Hiroshimas

La detonación de una ojiva nuclear se produjo en el interior de la montaña, en concreto a una profundidad de medio kilómetro. La enorme cantidad de material desplazado es inimaginable si se tiene en cuenta que la fuerza de la bomba era diez veces superior a la que se arrojó sobre Hiroshima.

El informe se ha apoya en datos aportados tanto por receptores sísmicos más o menos próximos como por imágenes y datos de rádar de distintos satélites.

 Además de certificar que la montaña no soportó la explosión, los científicos tienen una misión más pragmática, sobre todo desde el punto de vista estratégico. Con estas observaciones pueden certificar que Corea del Norte continúo con ensayos nucleares de forma clandestina durante el pasado año.