Verdad o Reto, el nuevo eslabón de Blumhouse, la productora de Jason Blum (una auténtica fábrica de hacer dinero), recupera el espíritu del slasher, el subgénero del cine de terror que empezó a triunfar en los años 90, con una serie de películas que trataban de replicar el éxito de la fantástica Scream: adolescentes perseguidos, que van muriendo uno a uno, en una trama que se alimenta del terror al tiempo que resulta muy divertida.

En este thriller que dirige Jeff Wadlow (Kick-Ass 2: Con un par) y protagonizan Lucy Hale (Pequeñas mentirosas) y Tyler Posey (la serie Teen Wolf), lo que comienza como una inofensiva partida del juego Verdad o reto entre un grupo de universitarios, termina siendo algo mortal cuando alguien -o algo- empieza a poseer a quienes mienten o no aceptan el reto, forzándolos a soportar terribles pruebas.

Volviendo a la vida real, desde la psicología, la medicina y los cuerpos de seguridad se manejan técnicas para detectar a quienes mienten. Es decir, a todos, porque los estudios calculan que eludimos la verdad entre cuatro y doscientas veces al día, aunque engloban en la misma categoría las mentiras inofensivas que se cuentan por falta de asertividad y una estafa en toda regla. No digamos ya si pensamos en las redes sociales, que se están revelando como un manantial de fake news, perfiles falsos o intentos de todos por nosotros por tranmisitr una imagen muy mejorada de nuestras vidas.

Hace pocos años, LaRae Quy, una ex agente del FBI de 59 años que trabajó durante 23 años en el sector de contrainteligencia, reveló los ocho trucos que utiliza la central de inteligencia para saber cuándo un sospechoso está eludiendo la verdad, y los fundamentales entre todos ellos eran lenguaje corporal y las microexpresiones. Incluía, por ejemplo, como gestos propios de alguien que está mintiendo el intento por desviar la mirada del interlocutor, el exceso de gestos (rascarse la cabeza, aclararse la garganta) y los cambios en el timbre de voz o  cadencia del discurso respecto a lo que es habitual en la persona.

También se suele decir que, cuando mentimos, se nos dilata la pupila o nos tocamos excesivamente la nariz (suele recordarse, en este sentido, la comparecencia de Bill Clinton, que se tocó la nariz cuando negó su affair con Monica Lewinsky).