El mundo avanza en la tecnología al mismo tiempo que parece retroceder en las relaciones sociales. Y quizá más en las íntimas. Así estamos viviendo la eclosión de las muñecas sexuales. Juguetes del tamaño de una persona cuya vente se está incrementando en muchos países. Aunque la mayoría lo encuentren tétrico, para otros es una forma de expresar su sexualidad.


Parecían buenas

Al menos así lo manifestaban algunos análisis hasta la fecha. Las muñecas sexuales podrían servir como válvula de escape para individuos con problemas para relacionarse sobre todo en el plano más íntimo. Incluso para los que presentaban propensión a actitudes delictivas

Sin embargo, ahora un artículo pone en duda estas afirmaciones. Publicado en la revista BMJ Sexual and Reproductive Health, el editorial asegura que la eclosión de las muñecas sexuales puede no ser tan beneficiosa como se consideraba. Afirma que no hay evidencias de que proporcionen una salud sexual adecuada a aquellos que las utilizan.


Diluir límites entre bien y mal

Es más, apuntan a que la práctica sexual con muñecas de tamaño real puede diluir los límites entre lo correcto y lo delictivo. Tampoco proporcionan más seguridad a las personas con problemas para relacionarse con seres humanos reales. Muy al contrario, pueden suponer un riesgo cuando los usuarios entablen contactos en los que se pase de un ser inanimado a otro con sus gustos, necesidades y cuadro de valores. 

Según este estudio, las muñecas sexuales pueden contribuir a la objetivización de mujeres y niños. Mucho más cuando se han comenzando a fabricar muñecas a demanda de los clientes, lo que incluye modelos infantilizados.

No es una denuncia trivial, dado que se refiere a una industria que tiene un valor de 30.000 millones de dólares que vende modelos entre los 5.000 y los 15.000 dólares.