Ya hay mucho más que consenso sobre la emergencia global que nos plantea la contaminación por exceso de plástico, y la necesidad que tenemos de encontrar nuevos medios para combatir su uso, y para reciclarlos.

Así lo dejó claro ayer la Comisión Europea, presentando un nuevo paquete de medidas para reducir la producción de plásticos y su contaminación, en especial en el mar. La iniciativa plantea la prohibición de objetos de plástico (normalmente de un solo uso) como bastoncillos (para la higiene personal), cubiertos, y pajitas para bebidas. Son, según ha señalado el Ejecutivo comunitario, los productos que más proliferan en las playas y mares europeos, así como en aparejos de pesca, y representan el 70% de toda la basura marina.

El problema de los plásticos es de tal volumen que se calcula que, en todo el mundo, solo se recicla el 10 % de los artículos basados en este material. Más de la mitad de los 300 millones de toneladas de los que se producen anualmente se destina a bienes desechables. La tercera parte es material de embalaje, descartado después de un solo uso, que pueden terminar hasta en los sanitarios, y de ahí llegar a ríos y mares, perjudicando por supuesto a su fauna y su flora, porque esta basura no se degrada sino que se desintegra, y en el proceso, libera materiales tóxicos. 

Según fuentes científicas, en 2050 el peso de los plásticos caídos en el mar superará el de los peces. Ya hay 663 especies de animales afectadas, sea por ingerir plásticos o por enredarse con ellos.

Hasta la fecha, una de las posibles soluciones más aplaudidas ha sido la que aportaron expertos de la Universidad de Portsmouth de Reino Unido y el Laboratorio Nacional de Energía Renovable del Departamento de Energía de Estados Unidos. Han descubierto una bacteria capaz de alimentarse de plástico. La bacteria, llamada ideonella sakaiensis, produce una enzima (la PETasa) capaz de digerir el tereftalato de polietileno o PET, un tipo de plástico que, desde los años 40, se usa en millones de toneladas de envases. El PET puede persistir cientos de años en el medio ambiente.

Los investigadores hicieron el descubrimiento mientras examinaban la estructura de una bacteria presente en un centro de reciclaje de residuos en Japón, identificada en 2016.