Son plástico en un 80%, añadido a resinas, azúcar, aromatizantes, colorantes... El chicle tarda cinco años en desintegrarse, y entre tanto se vuelve un material duro y contaminante. Abandonarlo a su suerte en la calle significa propagar las bacterias que podría tener la persona que lo masticó antes de escupirlo. Y si lo tiramos al suelo, los animales, en especial los pájaros, lo pueden confundir con comida y asfixiarse con él.

Ámsterdam ha querido hacer de esa huella potencialmente contaminante una huella ecológica produciendo las primeras zapatillas cuya suela se compone de unos materiales reciclables llamados Gum-Tec, formados en un 20% de chicles tirados en las aceras de la ciudad. La urbe ataja, así, al menos parcialmente el problema de que las calles de la ciudad acumulen 1,5 millones de kilos de chicle al año, cosa que acarrea millones de euros en limpieza. Se llaman GumShoe, cuestan 199,95 euros y son de color rosa chicle. Con casi un kilo de chicles se pueden crear suelas para cuatro pares de zapatillas.

Esta es una iniciativa conjunta de la organización de marketing de la ciudad, Iamsterdam, el diseñador Explicit Wear y la empresa de sostenibilidad Gumdrop. El proyecto quiere servir para concienciar sobre el problema de los molestos chicles tirados por la calle, y al mismo tiempo contribuir a unas calles más limpias.